De no haber sido asesinados hace una década, serían ahora jóvenes de 16 o 17 años.
Los 20 niños masacrados en la Escuela Primaria Sandy Hook el 14 de diciembre de 2012 podrían haber pasado este año pensando en la universidad y obteniendo sus licencias de conducir. Tal vez habrían ido ya a su primer baile de graduación.
En cambio, las familias de los 20 estudiantes y seis maestras y empleadas asesinados en un tiroteo a mansalva cumplieron el miércoles diez años sin ellos.
Diciembre es un mes difícil para muchos en Newtown, un suburbio de Connecticut donde la alegría de la temporada navideña se ve ensombrecida por la tristeza en torno al aniversario del peor tiroteo en una escuela primaria de Estados Unidos.
Algunos exalumnos de Sandy Hook que sobrevivieron a la masacre sufren culpa y ansiedad, que pueden intensificarse en estas fechas. Para los padres, puede significar un duelo reavivado, incluso mientras continúan luchando en nombre de sus hijos perdidos.
En febrero, las familias de las víctimas de la masacre de Sandy Hook llegaron a un acuerdo de 73 millones de dólares con Remington, el fabricante de armas que hizo el rifle que usó el hombre que pulsó el gatillo. Los jurados en Connecticut y Texas ordenaron al teórico de la conspiración Alex Jones que pagara 1.400 millones de dólares por propagar mentiras de que la masacre nunca existió y que todo fue una farsa.
A mediados de noviembre, se inauguró un monumento para recordar a las 26 víctimas cerca de la nueva escuela primaria construida para reemplazar la que fue derribada después de la tragedia.
Diez años después, los familiares y sobrevivientes de algunas víctimas tienen la esperanza de un futuro mejor.
ACTIVISMO DESPUÉS DE LA TRAGEDIA
Después de la masacre, Nicole Hockley y Mark Barden fueron algunos de los familiares de las víctimas que decidieron hacer algo: ayudaron a formar Sandy Hook Promise, un grupo sin fines de lucro que trabaja para prevenir suicidios y tiroteos a mansalva.
A Hockley —quien perdió a su hijo de 6 años, Dylan— y a Barden —que perdió a su hijo Daniel, de 7 años— todavía les resulta difícil creer que sus hijos se hayan ido hace diez años.
“Para mí, Dylan sigue siendo un niño de 6 años, congelado para siempre en el tiempo”, dijo Hockley. “Este viaje en el que hemos estado en los últimos 10 años, no se siente como una década y tampoco se siente como 10 años desde la última vez que sostuve a mi hijo”.
Una década no ha disminuido la incredulidad que Barden y su esposa sienten por la muerte de Daniel.
“Jackie y yo todavía tenemos momentos en los que simplemente nos miramos, todavía pensando en el hecho de que nuestro pequeño niño de 7 años fue asesinado a tiros en su salón de clases de primer grado”, afirmó.
“No puedo evitar preguntarme cómo sería él ahora a los 17”, agregó, repitiendo el número 17. “Creo que sería una versión más madura del hermoso, dulce, compasivo, considerado e inteligente niño pequeño que era a los 7 años. Y me rompe el corazón pensar en el impacto maravilloso que habría tenido en estos últimos 10 años y lo que aún le habría quedado por delante, pero se lo quitaron todo”.
Los programas creados por la organización Sandy Hook Promise se han enseñado en más de 23.000 escuelas, a más de 18 millones de niños y adultos. Los componentes clave incluyen educación sobre las señales de advertencia de posible violencia escolar o autolesión y un sistema de denuncia anónima para reportar a un compañero de clase que podría lastimar a otros o a sí mismo.
Hockley y Barden dicen creer que sus programas educativos y el sistema de denuncia han evitado muchos suicidios y prevenido algunos tiroteos en escuelas.
“Es una gran satisfacción y una responsabilidad enorme”, manifestó Barden al hablar del trabajo del grupo. “Y es un regalo en cierto modo que hayamos construido algo que nos permite este mecanismo con el cual honrar a nuestros hijos, salvando a otros niños y protegiendo a otras familias de tener que soportar este dolor”.
























