El expresidente peruano Alejandro Toledo, quien arribó al país extraditado de Estados Unidos para ser juzgado por corrupción, amaneció el lunes en una privilegiada cárcel que alberga a dos exmandatarios y es la prisión con menos reclusos de Perú, un país marcado por el hacinamiento que sufren más de 81.000 presos.
Toledo fue llevado durante la noche en un helicóptero desde una base de la policía en el centro de Lima hasta una zona lejana del este de la capital donde -en medio de colinas- se ubica otra extensa base policial en cuyo interior está la singular cárcel de Barbadillo, donde están recluidos los expresidentes Alberto Fujimori (1990-2000) y Pedro Castillo (2021-2022). A los tres -de diferentes ideologías- los une estar manchados por casos juzgados o en investigación sobre corrupción.
La tarde del lunes Toledo debe participar de una audiencia donde un juez revisará que la acusación fiscal por corrupción en su contra tenga adjuntas todas las pruebas que supuestamente lo incriminan. La fiscalía pide 20 años de cárcel contra Toledo al que acusa de recibir al menos 20 millones de dólares de la constructora brasileña Odebrecht para favorecerla durante su gobierno (2001-2006) con la adjudicación de la construcción de una carretera que conecta a Perú con Brasil.
El Instituto Nacional Penitenciario (INPE) ordenó que Toledo, de 77 años, cumpla un régimen ordinario que implica que el expresidente podrá caminar por los pasillos fuera de su celda desde las seis de la mañana. A las nueve de la noche debe ingresar a su celda y ser encerrado con llave.
Las autoridades han indicado que Toledo no podrá recibir visitas hasta que los funcionarios organicen un horario para esas actividades. Toledo, quien llegó a Lima con las manos esposadas, fue visto en una audiencia breve de rutina el domingo donde le dio a un juez sus datos personales. Cumplirá una prisión preventiva de 18 meses mientras es investigado.
Roberto Su, abogado de Toledo, dijo a la prensa tras conversar con su cliente, que el expresidente le comentó que apenas tenía una cama, un colchón, sábanas, pero ningún artefacto, ni sillas. Indicó que anoche el exmandatario tomó “una pequeña sopa, pero no la pudo terminar porque estaba inapetente”.
La procuraduría de Perú estima que el perjuicio ocasionado por el caso de Toledo -que incluye a más de 30 acusados- generó 878 millones de dólares en pérdidas al Estado.
La cárcel de los expresidentes presos está ubicada en una zona alejada de la capital, rodeada de casas sin terminar y en la falda de una serie de colinas llenas de polvo y sin árboles. Las televisoras locales, usando drones, han mostrado desde lo alto la prisión dividida en tres secciones que albergan a cada exmandatario.
La cárcel se estrenó en 2007 cuando la justicia logró la extradición desde Chile del expresidente Fujimori, quien estaba preso en ese país luego de volver desde Japón adonde había escapado en 2000 cuando un video difundido por la televisión peruana mostró a su asesor Vladimiro Montesinos entregando dinero a un parlamentario opositor para que apoye al gobierno.