Se alcanzan a escuchar explosiones desde la pequeña habitación húmeda en la que Azmi Keshawi se refugia junto con su familia en la ciudad de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza. Las explosiones siguen acercándose, comentó, y están dejando muerte y destrucción.

Keshawi, su esposa, sus dos hijos, sus dos hijas y sus pequeños nietos están tratando de sobrevivir en esa pequeña habitación.

El ejército israelí ha bombardeado Gaza sin descanso tras la incursión de Hamas en el sur de Israel hace casi dos semanas y la sensación de desesperación de la familia Keshawi es cada vez mayor. La comida se está acabando e Israel ha bloqueado hasta ahora cualquier entrega de suministros.

La familia no se ha dado un baño en días debido a que Israel suspendió el suministro de agua y combustible a Gaza. Obtienen agua potable de una escuela de la ONU, donde los trabajadores entregan bidones con agua del acuífero subterráneo de Gaza a las familias desesperadas. Tiene un sabor salado. Las estaciones de desalinización dejaron de funcionar cuando se acabó el combustible.

En ocasiones hay tantos ataques aéreos que no pueden salir a buscar alimento. Pero las reservas de su familia se están agotando, por lo que trata de conseguir pan cuando puede. El jueves, la fila para obtener una hogaza de pan era caótica y le tomó cinco horas conseguirla. Varias panaderías han sido bombardeadas. Otras han cerrado porque no tienen agua ni electricidad suficiente. Y las autoridades siguen tratando de descifrar la logística para entregar ayuda humanitaria a Gaza desde Egipto.