El impacto de un devastador e inesperado huracán en una ciudad donde conviven lujosos hoteles — muchos de ellos destrozados ahora — y barriadas populares todavía incomunicadas, dejó al menos 27 muertos y cuatro desaparecidos y sembró Acapulco de angustia, lodo, escombros y de las escenas más extrañas.

Operarios que no sabían cómo restablecer la electricidad con los postes de luz bajo metros de barro y agua. Personas caminando entre tiendas arrasadas con pollos en las manos o con una silla de oficina cargada de adornos de Navidad y papel higiénico. Turistas sentados junto a sus maletas sin saber a dónde ir ni qué comer cerca de hoteles donde el huracán arrancó de cuajo ventanas y paredes.

A pesar de la paulatina reapertura de las vías de comunicación y de que el gobierno empezó a enviar equipos de emergencia y ayuda de primera necesidad, su llegada es lenta y, dos días después de que el huracán Otis impactara en Acapulco con categoría 5, la ciudad costera de un millón de habitantes, antaño conocida por su glamour playero, seguía sumida en el caos.

Está previsto que el viernes reabra el aeropuerto de la ciudad para iniciar un puente aéreo que permita la llegada de insumos y la salida de turistas, informó el gobierno federal. Además, se habilitaron dos puntos desde los que partirían los 30 o 40 autobuses diarios que, según la gobernadora del estado de Guerrero, Evelyn Salgado, también son para los turistas.