El secretario de defensa, Lloyd Austin, llevo el lunes an Israel entre expectativas de que presionara al gobierno para que redujera las grandes operaciones de combate en Gaza. Era una nueva prueba de si Estados Unidos podía hacer valer su firme apoyo a la ofensiva para reducir su impacto devastador sobre los civiles palestinos.
Francia, Reino Unido y Alemania, algunos de los aliados más estrechos de Israel, se sumaron a las peticiones globales de un cese el fuego durante el fin de semana y manifestantes israelíes pidieron que se reanudaran las estancadas negociaciones con Hamás sobre la liberación de más rehenes después de que el ejército israelí matara a tres de ellos por error cuando ondeaban una bandera blanca.
El primer ministro, Benjamin Netanyahu, ha insistido en que Israel seguirá peleando hasta expulsar a Hamás del poder, aplastar sus formidables capacidades militares y recuperar a los aproximadamente 129 rehenes que aún retienen los milicianos después de su ataque del 7 de octubre, que desencadenó la guerra.
Estados Unidos ha vetado las peticiones internacionales de un cese el fuego y enviado municiones a su estrecho aliado, al tiempo que pide más medidas para evitar el daño a los civiles. En las 10 semanas de guerra contra Hamás han muerto unos 18.700 palestinos, y buena parte del norte de Gaza se se ha convertido en un erial.