En la primera visita papal a la isla francesa de Córcega, el papa Francisco defendió el domingo una forma dinámica de laicismo, promoviendo una forma de fe popular que distingue a la isla mediterránea de la Francia secular como un puente entre la sociedad religiosa y cívica.
Francisco apareció relajado y energizado durante la visita de un día, justo dos días antes de cumplir 88 años, aún mostrando un moretón desvanecido de una caída hace una semana.
Varias veces se desvió de su homilía preparada durante la misa en el exterior de La Place d’Austerlitz, comentando en un momento que nunca había visto tantos niños como en Córcega, excepto, agregó, en Timor Oriental en su reciente gira asiática. “Hagan hijos”, imploró. “Serán su alegría y su consuelo en el futuro”.
Previamente, en declaraciones al cierre de una conferencia mediterránea sobre religiosidad popular, el papa Francescu, como se le llama en corso, describió un concepto de secularidad “que no es estático y fijo, sino evolutivo y dinámico”, que puede adaptarse a “situaciones imprevistas” y promover la cooperación “entre autoridades civiles y eclesiásticas”.
El pontífice dijo que las expresiones populares de fe, como procesiones o la oración comunal del rosario, “pueden nutrir una ‘ciudadanía constructiva’” por parte de los cristianos. Al mismo tiempo, pidió que esas manifestaciones no se vieran sólo en términos de folclore, o incluso superstición.
En comentarios improvisados, el papa relató su experiencia como asistente a un festival en el norte de Argentina antes de su pontificado donde presenció la importancia de la religiosidad popular para los fieles “que busca una complicidad saludable”.
La visita a la capital de Córcega, Ajaccio, lugar de nacimiento de Napoleón, fue una de las más breves de su papado fuera de las fronteras de Italia, con apenas unas nueve horas en tierra, incluyendo un encuentro de 40 minutos con el presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Francisco estuvo acompañado en el estrado por el obispo de Ajaccio, el cardenal François-Xavier Bustillo, quien organizó la conferencia que reunió a unos 400 participantes de España, Sicilia, Cerdeña y el sur de Francia. La reunión de dos días examinó expresiones de fe que a menudo ocurren fuera de las liturgias formales, como procesiones y peregrinaciones.