Contra viento y marea, Bernardo Arévalo prestó la madrugada del lunes su juramento como nuevo presidente de Guatemala, en una jornada maratónica y atropellada de contratiempos como han sido también los últimos meses a raíz de una serie de acciones judiciales en su contra que fueron cuestionadas como un intento de frenar su llegada al poder.
Ya en el cargo se enfrenta a las expectativas de una población empobrecida, excluida y cansada de la corrupción que pide respuestas.
En su discurso de investidura, Arévalo rápidamente reconoció a la gran población indígena del país, citando “deudas históricas… que debemos resolver”. Más del 45% de los guatemaltecos pertenecen a los 22 pueblos mayas, garifuna y xinka, que son las poblaciones más pobres y con menor acceso a servicios de todo tipo.
“No puede haber democracia sin justicia social y la justicia social no puede prevalecer sin democracia”, proclamó el flamante mandatario en su primer discurso como presidente, refiriéndose a los jóvenes e indígenas guatemaltecos.