El primer ministro británico, Boris Johnson, luchaba el miércoles por mantenerse en el cargo, desoyendo los exhortos para que renuncie después de que dos altos ministros y una serie de funcionarios de menor rango dijeran que no podían seguir trabajando bajo un liderazgo plagado de escándalos.
Johnson rechazó las peticiones de que dimitiera durante una tormentosa sesión de la Cámara de los Comunes tras el furor causado por el manejo que dio a las acusaciones de conducta sexual inapropiada contra un alto funcionario.
Más tarde, algunos de sus aliados en el gabinete lo visitaron en la residencia oficial de Downing Street para instarle a que se renunciara, pero se mantuvo impasible, informó la agencia británica Press Association.
El primer ministro rechazó las sugerencias de que buscara una “salida digna” y optó por luchar por su futuro político, alegando “cuestiones enormemente importantes a las que se enfrenta el país”, según la agencia de noticias.
La agencia reportó que una fuente cercana al primer ministro dijo que Johnson había dicho a sus colegas que habría un “caos” si renunciaba.
El mandatario de 58 años de edad, que sacó a Gran Bretaña de la Unión Europea y la condujo a través de la pandemia de COVID-19, es conocido por su habilidad para salir de los apuros, logrando mantenerse en el poder ante acusaciones de ser demasiado cercano a los donantes del partido, de que protegía a sus partidarios de las acusaciones de agresión y corrupción, y de que engañó al Parlamento sobre las fiestas de la oficina del gobierno que rompían las reglas de confinamiento implementadas por la pandemia.
Incluso aguantó cuando el 41% de los legisladores conservadores votaron a favor de su destitución en una moción de censura el mes pasado.
Pero las recientes revelaciones de que Johnson sabía de las acusaciones de conducta sexual inapropiada contra un legislador antes de ascenderlo a un puesto de alto nivel lo han puesto al borde del abismo.
A muchos de sus colegas conservadores les preocupa que Johnson ya no tenga la autoridad moral para gobernar en un momento en el que se necesitan decisiones difíciles para hacer frente a la subida de los precios de los alimentos y la energía, al aumento de las infecciones por COVID-19 y a la guerra en Ucrania. A otros les preocupa que ahora sea un estorbo en las urnas.
El miércoles, los miembros del Partido Laborista lanzaron a Johnson gritos de ”¡Vete!” durante la sesión de preguntas semanal de la Cámara de los Comunes.
El líder del Partido Laborista, Keir Starmer, dijo en tono de burla sobre las dimisiones que rodean a Johnson: ”¿No es el primer caso registrado del barco que se hunde huyendo de la rata?”
Y lo que es más grave, los miembros del propio Partido Conservador al que pertenece Johnson, cansados de los numerosos escándalos a los que se ha enfrentado, también desafiaron a su líder, y uno de ellos le preguntó si había algo que pudiera llevarle a renunciar.
“Francamente… el trabajo del primer ministro en circunstancias difíciles, cuando se le ha dado un mandato colosal, es seguir adelante”, respondió Johnson con la fanfarronería que ha utilizado para esquivar las críticas a lo largo de sus casi tres años en el cargo. “Y eso es lo que voy a hacer”.