En el camino que entra a esta aldea rural, los cuerpos de milicianos yacen dispersos entre los restos de autos incendiados. Muros y puertas de lo que eran prolijas viviendas de estuco están abiertos al cielo. Los cadáveres en bolsas negras aguardan identificación, y el olor a muerte impregna el aire tórrido de la tarde.
Esta es la escena con que se encuentran los soldados israelíes al rechazar un asalto lanzado por Hamas desde la Franja de Gaza, en combates que han dejado cientos de muertos en un país estremecido y en un enclave palestino que está siendo bombardeado.
“Se ven los bebés, las madres, los padres en sus dormitorios y cómo los terroristas los mataron”, dijo el mayor general Itai Veruv, comandante de las fuerzas que retomaron la aldea, parado en medio de los escombros. “Esto no es un campo de batalla. Es una masacre”.