El papa León XIV se comprometió el domingo a trabajar por la unidad en una Iglesia católica y un mundo polarizados, ofreciendo un mensaje de sanación durante una misa inaugural en la plaza de san Pedro ante unos 200.000 peregrinos, presidentes, patriarcas y miembros de la realeza.

Inició oficialmente su pontificado con su primer recorrido en papamóvil por la plaza, un rito de paso que se ha convertido en sinónimo del alcance global del papado y su atractivo mediático.

El misionero agustino de 69 años sonrió y saludó desde la parte trasera del vehículo a personas que ondeaban banderas de Estados Unidos, Perú y otras naciones, y se detuvo para bendecir a algunos bebés en la multitud.

Durante la misa, pareció emocionarse cuando le colocaron los dos potentes símbolos del papado: la estola de lana de cordero sobre sus hombros y el anillo del pescador en su dedo, como si el peso de la responsabilidad de liderar la Iglesia de 1.400 millones de personas acabara de abatirse sobre él.

Giró su mano para mirar el anillo y luego juntó sus manos frente a él en oración.

El vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, uno de los últimos funcionarios extranjeros en ver al papa Francisco antes de su muerte, encabezaba la delegación estadounidense para rendir homenaje a León XIV, nacido en Chicago. Vance visitó la tumba de Francisco al llegar a Roma el sábado por la noche.

Un estricto protocolo diplomático dictó los arreglos de asientos en su misa inaugural. Tanto Estados Unidos como Perú tuvieron asientos en primera fila gracias a la doble ciudadanía de León. Vance, un converso católico que se enfrentó con Francisco por los planes de deportación masiva de migrantes del gobierno de Trump, iba acompañado por el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, quien llegó a Roma con anticipación para intentar avanzar en las conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania.

La presidenta de Perú, Dina Boluarte, es una de alrededor de una docena de jefes de Estado que asisten, así como el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy. Rusia había planeado enviar a su ministra de cultura, pero fue representada por su embajador, según reportes.

El protocolo diplomático también dictó el código de vestimenta: mientras que la mayoría vestía de negro, el puñado de reinas y princesas católicas —Charlene de Mónaco y Letizia de España, entre otras— vestían de blanco en un privilegio especial que se les permite. Tres docenas de otras iglesias cristianas del mundo enviaron sus propias delegaciones, la comunidad judía tenía una delegación de 13 miembros, la mitad de ellos rabinos. Otros representantes lideraban delegaciones budistas, musulmanas, zoroastrianas, hindúes, sij y jainistas.