Familiares y amigos comenzaron el jueves a enterrar a sus seres queridos que se encuentran entre los al menos 16 muertos en el colapso de una mina operada ilegalmente en una zona remota del sureste de Venezuela.

Los funerales se producen en momentos en que aumentan las demandas de asistencia del gobierno para transportar a los heridos y los cuerpos recuperados atrapados desde el derrumbe el martes, uno de los peores en una industria minera escasamente regulada que se ha disparado a medida que la producción de petróleo de Venezuela, otrora uno de los mayores productores del mundo, ha caído en picada.

Mientras los dolientes llenaban el cementerio de La Paragua, la comunidad más cercana a la remota mina conocida como Bulla Loca y que llevaba apenas unos meses en funcionamiento, decenas de residentes se reunieron afuera de un restaurante donde creían que estaba comiendo el gobernador del estado. El grupo exigió hablar con Ángel Marcano, un cercano aliado del presidente Nicolás Maduro, y en un momento golpearon un vehículo todoterreno estacionado afuera. Agentes del servicio de inteligencia con armas largas y policías acudieron al lugar.

Durante la noche del miércoles, las autoridades elevaron el número de muertos a 16 y un número igual de heridos.