La madre de Anthony Avalos y su novio fueron hallados culpables este martes de asesinar al niño de 10 años en su casa de California en 2018, en un caso de tortura infantil que conmocionó al país y puso bajo escrutinio a las agencias de protección de menores en Los Ángeles.

Un juez del condado de Los Ángeles halló culpables de homicidio en primer grado a Heather Barron y a su novio Kareem Leiva tras un juicio donde no hubo jurado. La pareja también fue hallada culpable de tortura y de dos cargos de abuso infantil relacionados con los hermanos de Avalos, quienes fueron identificados como Destiny, de 13 años, y Rafael, de 12.

Ahora Barron y Leiva se enfrentan a una posible sentencia a cadena perpetua sin posibilidad a libertad condicional. La pena de muerte fue descartada pese a la objeción del vicefiscal, Jonathan Hatami.

La Fiscalía insistió durante el proceso en que el fallecimiento del menor fue consecuencia de la crueldad de su madre y su pareja. “Son poco menos que monstruos por lo que hicieron. Ambos acusados son individuos malvados”, aseguró Hatami durante los alegatos finales expuestos el 23 de febrero.

Un equipo de paramédicos encontró a Anthony Avalos sin pulso y con muerte cerebral en la casa donde vivía con su madre, el novio de ésta y sus hermanos mayores en Lancaster, una ciudad al norte de Los Ángeles.

Los hermanos declararon durante el juicio que vieron a Leiva tomar a Anthony por los tobillos y lanzarlo de cabeza al suelo una veintena de veces el día antes de que la policía fuera alertada de que estaba inconsciente.

Barron, de 33 años, y Leiva, de 37, se declararon no culpables de asesinato y de abusar de otros dos hijos de la mujer. Ambos prefirieron que el juez Sam Ohta emitiera una sentencia en lugar de enfrentarse a un jurado.

La pareja ha estado en prisión preventiva sin fianza desde su arresto como sospechosos del fallecimiento del menor, en 2018. Entre los dos suman 12 hijos de distintas relaciones, informó la agencia de noticias EFE.

Una vida de maltratos

Avalos falleció apenas unas semanas después de terminar cuarto grado con excelentes notas. Su muerte destapó la vida de maltratos que sufrió a manos de su madre y su pareja durante años.

“Parecía muerto. Sus ojos estaban hundidos. Podías contar sus costillas”, aseguró durante una audiencia Ronald Watts, uno de los bomberos que acudió a la vivienda.

Entre las formas de tortura que padecieron, los hermanos del pequeño relataron en el juicio que pasaban hambre porque no les daban comida, soportaban cortes y quemaduras, eran azotados repetidamente con cinturones y cables, los forzaban a pegarse entre ellos, los obligaban a comer salsa picante o a arrodillarse sobre arroz crudo, clavos o cemento, hasta sufrir terribles heridas.

Sus familiares denunciaron los abusos de los que eran víctimas él y sus hermanos hasta en 13 ocasiones durante cuatro años ante el Departamento de Servicios para Niños y la Familia del condado de Los Ángeles, según registros oficiales, pero ningún funcionario retiró la custodia a la madre ni los sacó de la vivienda.