El flujo diario de miles de personas a través de la peligrosa ruta migratoria del Tapón del Darién se ha interrumpido tras la captura de varios capitanes de embarcaciones que transportaban a migrantes hasta el punto de partida de su travesía por la selva.

El cese comenzó cuando fuerzas policiales colombianas capturaron el lunes a dos capitanes de botes en la ciudad septentrional de Necoclí. Las empresas que los empleaban interrumpieron todos los servicios de transporte en señal de protesta, cortando así el paso a las 2.000 personas que, según estimaciones oficiales, se adentran a diario en la selva con la esperanza de llegar a Estados Unidos.

Ello ha derivado en la acumulación de hasta 8.000 personas que aguardan poder cruzar de Colombia a Panamá, confirmó el jueves la Defensoría del Pueblo de Colombia. La agencia, un organismo gubernamental de protección de los derechos humanos, ha advertido que la acumulación “desbordaría el sistema de salud, el abastecimiento de alimentos, entre otros”.

”No podemos esperar a que haya un colapso que derive en la vulneración de los derechos fundamentales” de las ya vulnerables poblaciones migrantes, dijo Carlos Camargo Assis, jefe de la agencia.

El caos ha vuelto a poner de relieve el largo camino que tienen por delante las autoridades de América Latina y Estados Unidos en su lucha para hacer frente a los niveles récord de migración y desbaratar el cada vez más lucrativo sector del tráfico de migrantes.

El presidente estadounidense Joe Biden ha presionado a Colombia y a otros países latinoamericanos para que tomen medidas enérgicas contra la migración regional que se dirige a la frontera sur de Estados Unidos. Aunque muchos países latinoamericanos han reforzado la vigilancia, las selvas del Tapón del Darién siguen siendo una franja anárquica de la ruta migratoria hacia el norte, controlada en gran medida por el grupo de narcotraficantes más poderoso de Colombia, el Clan del Golfo.

El año pasado, más de 500.000 personas cruzaron el Tapón del Darién, muchas de ellas procedentes de Venezuela y otros países latinoamericanos, africanos y asiáticos. Desde allí, los migrantes avanzan hacia el norte por Centroamérica y México y arriban a la frontera sur de Estados Unidos, donde las autoridades interceptaron a migrantes 2,5 millones de veces en 2023.

La afluencia sin precedentes de personas ha vuelto a ser el centro de atención en vísperas de las elecciones de noviembre de 2024 en Estados Unidos, y tanto Biden como el expresidente Donald Trump visitaron la frontera con México el jueves.

Los capitanes capturados habían estado transportando a más de 150 migrantes desde Necoclí a través de un tramo del Caribe hasta otra ciudad colombiana desde la que iniciaban su viaje hacia el norte, dijo el miércoles la Fiscalía General de la Nación.

Los capitanes trabajaban para dos empresas de transporte turístico, que según los fiscales eran una tapadera para el transporte de migrantes, a los que les cobraban entre 140 y 300 dólares por persona por viajar sólo un puñado de kilómetros en el mar.

Estas empresas se aprovechan de la vulnerabilidad de los migrantes para llenarse los bolsillos, dijo un funcionario de la Fiscalía, que pidió no ser nombrado porque no estaba autorizado a hablar sobre el asunto.

“Les cobran cantidades absurdas de dinero (por viajar) sin ni siquiera las condiciones básicas de seguridad. Los meten como sardinas enlatadas”, dijo el funcionario en una entrevista con The Associated Press. “Les engañan, les mienten”.

Dijo que las capturas pretendían enviar una advertencia a quienes se dedican al tráfico de personas y “romper la cadena” del sector ilegal del transporte de migrantes, que se ha vuelto más lucrativo debido al aumento de la migración en el continente americano. Pero dijo que el sistema en el Tapón del Darién está ahora tan arraigado que le preocupa que, cuando capturen a un traficante, “aparezcan dos más”.

Debido a que se desconoce cuándo terminará la suspensión de los viajes en el lugar, la Defensoría del Pueblo expresó su preocupación de que las cosas sólo puedan empeorar. La pequeña ciudad de Necoclí, de 20.000 habitantes, se enfrentó a una acumulación similar de más de 10.000 migrantes hace tres años, lo que provocó graves trastornos en su funcionamiento diario.