A veces los niños no paran de llorar. Los trabajadores de salud que atienden a los migrantes que llegan a las Islas Canarias españolas tratan de determinar si las lágrimas se deben a enfermedad, lesión, o, como ocurre a menudo, puro shock.
Un niño pequeño senegalés que desembarcó hace poco se desmayaba cada pocos minutos, lo que preocupaba a los médicos que no lograban determinar la causa. Otros migrantes lo explicaron por fin: el niño había visto morir a sus padres durante el duro viaje desde África occidental. Sus cuerpos habían sido arrojados por la borda al océano Atlántico.
“Ante eso no tenemos medicina”, dijo Inmaculada Mora Peces, una doctora de emergencias de 54 años que atiende a los migrantes que llegan a la isla de El Hierro.
Mora Peces está entre el creciente número de personas que alertan sobre los problemas del archipiélago para gestionar a miles de niños y adolescentes que viajan solos a territorio de la Unión Europea desde Senegal, Mali y otras naciones africanas huyendo de la pobreza, el conflicto y la inestabilidad.
Sin embargo, el Parlamento rechazó el martes por la noche una propuesta legislativa que habría obligado a otras regiones a hacerse cargo de algunos de los niños que ahora están varados en Canarias en condiciones precarias