Cristianos de todo el mundo celebraron el sábado su segunda Navidad bajo la sombra del COVID-19, en momentos en que numerosos servicios religiosos fueron cancelados debido al virus y aumentaban los casos.
Mientras países en Asia imponían restricciones para tratar de frenar la propagación de la contagiosa variante ómicron, en Estados Unidos, Europa y otras partes del mundo los gobiernos pedían a la población practicar sentido común, usar las mascarillas y limitar sus reuniones navideñas.
El director de la unidad de cuidados intensivos de un hospital en Marsella, Francia, informó que la mayoría de las personas con COVID-19 allí en Navidad no habían sido vacunadas, y que su personal está agotado o no puede trabajar porque tiene el virus.
“Estamos hartos de esto”, expresó el doctor Julien Carvelli, director de la UCI del Hospital La Timone de Marsella.
“Tememos que pronto nos quedaremos sin espacio”, añadió.
Miles de personas en toda Inglaterra recibieron su vacuna de refuerzo mientras la cifra de casos nuevos diarios ascendía a otro récord, 122.186.
La farmacia Good Health Pharmacy en el norte de Londres era una de varias que decidieron abrir en Navidad, en medio de una campaña del gobierno por dar la dosis de refuerzo a todos los adultos antes de fin de año.
En Estados Unidos, muchas iglesias cancelaron servicios religiosos o los pasaron a internet e incluso las que sí ofrecieron servicios presenciales reportaron una reducida asistencia.
En la iglesia Dormition of the Virgin Mary Church en Southampton, estado de Nueva York, la cantidad de feligreses “es una tercera parte menos que el año pasado debido a la realidad del ómicron, pero no disminuye el fervor de los presentes”, aseguró el cura Alex Karloutsos.
El papa Francisco usó su mensaje navideño para rezar para que lleguen las vacunas a los países más pobres.
Mientras los países acaudalados tienen en ocasiones hasta el 90% de su población adulta inoculada, en África el índice es de 8,9%, siendo el continente menos vacunado del mundo.
“Dios, dale salud a los enfermos e inspira a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para buscar la mejor manera de superar esta crisis sanitaria y sus repercusiones”, declaró Francisco desde la loggia de la Basílica de San Pedro.
“Abre los corazones para asegurar que la atención médica necesaria – particularmente las vacunas – lleguen a quienes más la necesitan”, añadió el pontífice.
Pocos miles de personas asistieron en persona al discurso y bendición papal del mediodía, pero incluso eso fue una mejora comparado con el año pasado, cuando el papa tuvo que pronunciar su “Urbi et Orbi” (A la ciudad y el mundo) desde el interior debido a las normas sanitarias impuestas en Italia.
En un centro de acoplo de solicitantes de asilo en Chipre, Patricia Etoh, una mujer católica de Camerún, dijo no tener planes navideños porque no se sentía alegre debido a que tuvo que dejar atrás a su hijo de 6 años.
Pero añadió: “Estamos agradecidos y estamos vivos, y mientras hay vida hay esperanza”.
En Filipinas, el país asiático con mayor población católica, cientos de miles de personas tuvieron que pasar la Navidad sin vivienda, electricidad, comida ni agua debido a un potente tifón que dejó 375 muertes la semana pasada.
El gobernador Arthur Yap de la provincia Bohol, donde murieron más de 100 personas y unas 150.000 fueron destruidas o dañadas debido al tifón, pidió a las organizaciones internacionales enviar albergues temporales y sistemas de filtración de agua como complemento a la asistencia prestada por el gobierno filipino.
Los neozelandeses, por su parte, celebraron la Navidad con el clima cálido del verano y pocas restricciones, en uno de los pocos países del mundo que apenas se han visto afectados por la variante ómicron.
Australia llegó a las fiestas en medio de su peor brote de COVID-19 desde el inicio de la pandemia. Los estados del país han recuperado las normas sobre mascarillas y otras medidas preventivas.
Y para agravar las complicaciones para los viajeros, aerolíneas de todo el mundo cancelaron cientos de vuelos conforme la nueva variante desbarataba planes y provocaba bajas de personal.
El viernes y el sábado se cancelaron más de 3.900 vuelos, según FlightAware, casi la mitad en aerolíneas chinas. En torno al 30% de los vuelos afectados -más de 1.100 tenían origen, destino o ambas cosas en Estados Unidos. Aun así, esto suponía una pequeña parte de los vuelos en todo el mundo. FlightAware dijo haber registrado más de 100.000 llegadas en 24 horas.
En Asia y Oceanía, las celebraciones navideñas se celebraron entre diversos niveles de restricciones contra el virus.
Corea del Sur mantuvo las normas más estrictas de distanciamiento social. Las iglesias podían recibir a un 70% de los feligreses que cabían sentados y los asistentes debían haber completado su vacunación.
El país sufre un auge de las infecciones y muertes por COVID-19 desde que relajó de forma drástica sus medidas preventivas a principios de noviembre, dentro de los esfuerzos por volver a la normalidad. Las autoridades surcoreanas se vieron obligadas a restaurar más tarde sus recomendaciones más estrictas, como un límite de cuatro personas en las reuniones sociales y un toque de queda a las 9 de la noche para restaurantes y cafeterías.
Los festejos navideños eran discretos en gran parte de India, con más adornos que multitudes debido al temor a que la variante ómicron golpee el país en las próximas semanas con una nueva ola de infecciones.
Las autoridades reintrodujeron los toques de queda nocturnos y los límites a reuniones de más de cinco personas en ciudades grandes como Nueva Delhi y Mumbai. La asistencia a las misas del Gallo en Mumbai y otras ciudades fue menor que en otros años. Los cristianos son apenas el 2% de los casi 1.400 millones de personas de India.
En Nueva Zelanda, donde el 95% de los adultos ha recibido a menos una dosis de la vacuna, lo que la convierte en una de las poblaciones más vacunadas del mundo, los únicos casos de ómicron detectados en Nueva Zelanda se contuvieron en la frontera.
Mientras el COVID-19 se expandía por el mundo durante los dos últimos años, Nueva Zelanda aprovechó su aislamiento. Los controles de fronteras mantuvieron a raya lo peor del virus y para la Navidad de este año, Nueva Zelanda había registrado 50 muertes en una población de 5,5 millones de personas.
Pero ese éxito ha tenido un precio. En estas fiestas había sillas vacías en algunas mesas, ya que algunos neozelandeses que viven y trabajan en el extranjero no pudieron llegar a tiempo debido a los límites en el programa de aislamiento y cuarentena.
En Australia, la variante ómicron ya era la dominante en varios estados, y por ejemplo se cree que supone el 70% de los contagios nuevos en Queensland.
En su mensaje de Navidad, el primer ministro, Scott Morrison, se refirió al coste de la enfermedad sobre la sociedad.
“La variante ómicron no es más que un nuevo desafío que hemos enfrentado. Pero juntos, siempre juntos y sólo juntos, seguimos adelante”, dijo Morrison.
Las altas temperaturas podrían haber disuadido a algunos de celebrar sus comidas navideñas al aire libre. Se esperaba que Perth, en Australia Occidental, alcanzara el sábado los 42 grados Celsius (107,6 grados Fahrenheit), en la Navidad más cálida desde que comenzaron los registros hace más de un siglo.