Qatar, un país rico en petróleo, se ha convertido en un intermediario clave para el destino de unos 200 rehenes en poder de los milicianos de Hamás desde su ataque sin precedentes a Israel. Una vez más, el pequeño país de la península arábiga está bajo los reflectores.
Las negociaciones también obligan a Qatar a realizar un delicado acto de equilibrio internacional al mantener una relación con los considerados milicianos por Occidente y a la vez mantener sus estrechas relaciones de seguridad con Estados Unidos.
Bajo acuerdos derivados de ceses de fuego anteriores entre Hamás e Israel, el emirato rico en gas ha pagado los salarios de los empleados públicos en la Franja de Gaza, enviado dinero a familias pobres y ofrecido otros tipos de ayuda humanitaria a los palestinos en Gaza.
Qatar ha sido anfitrión de la oficina política de Hamás en Doha, su capital, desde hace más de una década. Uno de los funcionarios residentes allí es Khaled Mashaal, un miembro en el exilio de Hamás que sobrevivió a un intento de asesinato israelí en Jordania que amenazó con descarrilar el acuerdo de paz de ese país con Israel. Otro es Ismail Haniyeh, el líder supremo de Hamás.