La primera onda expansiva destrozó pasillos llenos casi hasta el techo de productos para mejorar el hogar. La siguiente bomba rusa cayó como cometa segundos después y provocó un incendio que convirtió la megatienda en un caparazón de cenizas.
Una tercera bomba no detonó cuando cayó detrás del complejo comercial Epicenter en Járkiv. Los investigadores esperan que esa les ayude a rastrear la cadena de suministro de la última generación de “bombas planeadoras” rusas modernizadas que arrasan el este de Ucrania. Las bombas de la era soviética se adaptan a bajo costo con componentes electrónicos importados que permiten que aviones de combate rusos distantes las lancen hacia Ucrania.
Otras ciudades que han sido devastadas por estas armas incluyen Avdiivka, Chasiv Yar y Vovchansk, y Rusia tiene suministros casi ilimitados de bombas que se envían desde aeródromos justo al otro lado de la frontera que Ucrania no ha podido atacar.
El gerente de la tienda, Oleksandr Lutsenko, dijo que el ataque del 25 de mayo insinúa el objetivo de Rusia para Járkiv: “Su meta es convertirla en una ciudad fantasma, hacer que nadie se quede, que no haya nada que defender, que no tenga sentido defender la ciudad. Quieren asustar a la gente, pero no tendrán éxito”.