Donald Trump anunció ayer desde la Casa Blanca que planea centrarse en Chicago y Nueva York para su próxima ofensiva federal contra la delincuencia, sugiriendo que estaba dispuesto a desplegar tropas en servicio activo en las calles de esas ciudades.
“En un evento en la Oficina Oval, Trump atribuyó la limpieza de la ciudad a su intervención federal en la fuerza policial de Washington y al despliegue de la Guardia Nacional. Ha utilizado cifras inexactas para retratar a Washington D.C. como un región sin ley, y (en realidad) la delincuencia venía disminuyendo antes de la intervención”, comentó The New York Times.
“No hemos tenido que recurrir al ejército regular, lo cual estamos dispuestos a hacer si es necesario”, declaró Trump. “Después de esto, iremos a otro lugar y lo haremos seguro”. Calificó entonces a Chicago de “desastre” y afirmó que “lo solucionaremos”.
“Probablemente, ese será nuestro próximo paso después de este, y ni siquiera será difícil”, afirmó, y añadió: “Creo que Chicago será nuestro próximo paso y luego ayudaremos con Nueva York”, su ciudad natal.
Más tarde, un periodista le preguntó a Trump si había tomado medidas concretas para implementar una ofensiva federal en Chicago. El mandatario respondió que no. “Cuando estemos listos, entraremos y sanearemos Chicago, tal como hicimos en Washington D.C.”, presumió.
Los comentarios de Trump sugieren que usará la ofensiva en Washington como modelo para otras ciudades del país. Sin embargo, tendría una capacidad limitada para desplegar una demostración de fuerza como la que hizo en la capital. Su singular estatus como distrito federal, no como estado, le permite a Trump ejercer mayor control en Washington que en otras ciudades, donde no existen leyes similares. Así, aunque él controla la Guardia Nacional de la capital, los gobernadores suelen estar al mando de la Guardia en sus estados.
Ayer una racha de tiroteos en un lapso de pocas horas alrededor de Nueva York dejaron a un hombre muerto y heridos a una mujer al bajar de un bus MTA y cuatro adolescentes en un plaza. Hace dos semanas Ralph Herrera (33) murió baleado en la cabeza afuera de su trabajo en El Bronx (NYC), dejando cuatro niños huérfanos. La semana pasada Jason Fernández, adolescente de 19 años, murió apuñalado en una calle en Queens (NYC). Previamente un joven de 23 años que jugó beisbol en República Dominicana antes de emigrar a Nueva York, murió baleado en Brooklyn, una tragedia que su familia atribuye a que empezó a juntarse con “malos amigos”.
En toda la ciudad se registraron 530 personas heridas por disparos este año hasta el 10 de agosto, un mínimo histórico y una disminución del 22% con respecto a las 678 víctimas en la misma fecha de 2024. NYC registró un mínimo histórico de 188 homicidios este año hasta esa fecha, en comparación con 246 en a ese momento el año pasado, una caída de 24%. Sin embargo, la violencia armada sigue siendo constante en Nueva York y área vecinas. Algunas víctimas son alcanzadas al azar con armas blancas y de fuego en calles, escuelas, el transporte público, edificios residenciales y de oficinas, negocios, áreas de cajeros automáticos ATM y hasta dentro de hospitales.
En marzo el gobierno de Donald Trump amenazó con retirar la financiación federal del sistema de transporte público de la NYC si no presentaba un proyecto para abordar la delincuencia. Las autoridades municipales respondieron que existían planes para reducir el crimen en el Metro y señalaron estadísticas que mostraban que la delincuencia había disminuido. Pero la violencia es constante en el transporte público de NYC.