Hace apenas una semana, una sensación de inevitabilidad se cernía sobre las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

Los aliados de Donald Trump pronosticaban alegremente una victoria aplastante durante una Convención Nacional Republicana que se sintió más como la coronación de un candidato que acababa de sobrevivir a un intento de asesinato y prometía unir al país. Los demócratas, desesperados y apáticos, temían lo peor mientras un debilitado presidente Joe Biden se aferraba a la nominación de su partido.

Pero en los últimos siete días, una semana como ninguna otra en la historia de Estados Unidos, la contienda presidencial de 2024 se ha transformado. Y ahora, a sólo 99 días de las elecciones, una contienda fundamentalmente nueva está tomando forma, con nuevos candidatos, un nuevo enfoque temático y un nuevo panorama para ambos partidos.

La vicepresidenta Kamala Harris sustituyó a Biden el pasado domingo y rápidamente batió récords de recaudación de fondos, se hizo del control de las redes sociales y generó niveles de entusiasmo que, según algunos demócratas, recuerdan la energía que rodeó la histórica candidatura de Barack Obama hace casi dos décadas.