La capital de Ucrania restableció el viernes gran parte de su suministro eléctrico, dijeron las autoridades, mientras el país respondía de nuevo de forma rápida y desafiante a la última oleada de misiles y drones rusos contra infraestructura crítica.

En lo que se ha convertido ya en una táctica habitual desde el otoño pasado, las fuerzas del Kremlin azotaron Ucrania desde lejos luego de meses de estancamiento en los combates sobre el terreno en el frente oriental. El objetivo de estas ofensivas parece ser el debilitamiento de la determinación de Ucrania y obligar a su gobierno a negociar la paz en los términos que busca Moscú.

Las autoridades ucranianas se apresuraron a contrarrestar las consecuencias de la ofensiva, dentro de un ciclo recurrente de destrucción y reparación urbana que apenas ha cambiado el curso de una guerra que acaba de entrar en su segundo año.

Según un análisis del Instituto para el Estudio de la Guerra, un centro de estudios con sede en Washington, “estos ataques con misiles no minarán la determinación de Ucrania ni mejorarán las posiciones de Rusia en el frente”.

El analista militar ucraniano Oleh Zhdanov apuntó que los ataques rusos se dirigen contra infraestructura civil porque no pueden llegar a objetivos militares de forma eficaz.

“Los rusos carecen de datos sobre la ubicación de las tropas y las armas ucranianas, así que atacan infraestructura civil y utilizan el viejo método de atacar a civiles para sembrar el miedo y el pánico en la sociedad”, indicó. “Ucrania ha sobrevivido al invierno y los ataques de Rusia contra el sistema energético en primavera apenas tienen sentido”.

Kiev restableció el suministro eléctrico y de agua, dijo Serhii Popko, jefe del gobierno militar de la ciudad. Según Popko, alrededor del 30% de los clientes en la capital seguían sin calefacción y las tareas de reparación seguían en marcha.

Más de nueve de cada 10 consumidores afectados por los cortes del suministro en la región nororiental de Járkiv tenían electricidad de nuevo, de acuerdo con funcionarios locales, igual que ocurría con un tercio de los hogares en la provincia de Zaporiyia, en el sur.

El asalto ruso fue el mayor en tres semanas, con más de 80 misiles y drones explosivos.

El ataque, que también causó daños en edificios residenciales, dejó seis muertos y a cientos de miles de personas sin calefacción y agua corriente. La salva destacó también por la gama de municiones utilizadas por las tropas del Kremlin, que incluyeron misiles de crucero hipersónicos Kinzhal, que están entre las armas más sofisticadas del arsenal ruso.

Aún así, los bombardeos sobre infraestructura energética, que se intensificaron en otoño, son cada vez menos frecuentes.

“El intervalo entre las oleadas de ataques probablemente está aumentando porque Rusia necesita ahora almacenar una masa crítica de misiles de nueva producción directamente de la industria”, apuntó el Ministerio de Defensa de Gran Bretaña en una evaluación el viernes.

Por su parte, el Ministerio de Defensa de Rusia indicó que los ataques respondían a una reciente incursión en la provincia occidental rusa de Bryansk de lo que Moscú calificó como saboteadores ucranianos. Kiev negó esa afirmación y advirtió que el Kremlin podría emplear esas acusaciones para justificar un recrudecimiento de sus propias acciones.