Donald Trump logró una victoria decisiva en una nación profundamente dividida. Al hacerlo, el presidente electo republicano expuso una debilidad fundamental dentro de la base demócrata y se sobrepuso a los reparos sobre sus fallos morales, convirtiéndose en el primer presidente de Estados Unidos con una condena por un delito grave.
El expresidente republicano conquistó a votantes frustrados con promesas audaces de que su combativa marca de populismo económico “Estados Unidos primero” y su cultura conservadora mejorarían sus vidas. Sin embargo, el modelo se verá puesto a prueba de inmediato, y hay razones para creer que sus planes de deportaciones masivas y enormes aranceles podrían perjudicar a las mismas personas que posibilitaron su victoria.
Aún así, está listo para entrar a la Casa Blanca el 20 de enero de 2025 desde una posición de fuerza indiscutible. Con votos aún por contar, podría convertirse en el primer republicano en dos décadas en ganar el voto popular.
Los resultados dejaron a los demócratas ante un ajuste de cuentas urgente e inmediato, sin un líder claro para unir la coalición contra Trump y sin un plan claro para reconstruir mientras un Trump envalentonado se prepara para retomar Washington.