Rusia renovó sus ataques el miércoles sobre la segunda ciudad más grande Ucrania, un bombardeo que iluminó el cielo con bolas de fuego sobre zonas habitadas, aunque ambas partes dijeron estar listas para entablar conversaciones dirigidas a detener la nueva y devastadora guerra en Europa.

La escalada de ataques sobre ciudades abarrotadas seguía a una primera ronda de conversaciones el lunes entre Ucrania, muy superada por Rusia, que es una potencia nuclear. Esos primeros contactos terminaron apenas con el compromiso de nuevas reuniones. No estaba claro dónde podrían celebrarse las nuevas negociaciones o qué resultado tendrían. El presidente de Ucrania había dicho antes que Rusia debía detener los bombardeos antes de otra reunión.

Más de 874.000 personas habían huido de Ucrania desde el inicio de la invasión, según la agencia de refugiados de Naciones Unidas, que advirtió el miércoles de que la cifra podría alcanzar el millón en cuestión de horas.

El número de muertos no estaba claro, ya que ni Rusia ni Ucrania daban cifras de tropas caídas. El Servicio Estatal de Emergencias de Ucrania dijo el miércoles que más de 2.000 civiles han muerto, aunque fue imposible verificar esa afirmación. La oficina de derechos humanos de Naciones Unidas dijo haber registrado 136 muertes de civiles. Es probable que la cifra real sea mucho mayor.

El mandatario ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, ha tachado los bombardeos rusos de descarada campaña de terror, mientras que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, advirtió que, si el líder ruso no “paga un precio” por la invasión, la agresión no se limitará a un país.

Un ataque ruso golpeó el miércoles el cuartel general de la inteligencia y policía regional ucraniana en Járkiv, una ciudad de unos 1,5 millones de personas, donde cuatro personas murieron y varias resultaron heridas según el servicio estatal de emergencias en Ucrania, que informó de daños en edificios residenciales.

El ataque arrancó el tejado y dejó la última planta en llamas. Partes del inmueble de cinco plantas aparecían esparcidas en las calles próximas, según videos y fotos publicados por el servicio de emergencias.

El ataque se produjo al día siguiente de otro en la plaza central de Járkiv que mató al menos a seis personas y conmocionó a muchos ucranianos por golpear el corazón de una ciudad importante. Otro ataque ruso golpeó una torre de televisión en la capital, Kiev.

Las autoridades ucranianas informaron de cinco muertos en el ataque a la torre de televisión, que también afectó al monumento Babi Yar al Holocausto. Un vocero del recinto dijo que un cementerio judío en el lugar, donde ocupantes nazis mataron a más de 33.000 judíos en dos días en 1941, había sufrido daños.

Zelenskyy, que describió el ataque a la plaza de Járkiv como un crimen de guerra que el mundo nunca olvidaría, expresó su indignación el miércoles por el ataque a Babi Yar y su preocupación porque otros lugares de relevancia histórica y religiosa, como la Catedral de Santa Sofía, pudieran ser atacados. La localidad de Uman, un lugar de peregrinaje para judíos hasídicos, fue bombardeada antes.

“Esto va más allá de la humanidad”, dijo Zelenskyy en un discurso compartido en Facebook. “Tienen órdenes de borrar nuestra historia, nuestro país y a todos nosotros”.

Zelenskyy, que es judío, pidió a los judíos de todo el mundo que protestaran contra la invasión.

Mientras Rusia continuaba su ataque, el vocero del Kremlin Dmitry Peskov dijo el miércoles que una delegación estaría lista para reunirse por la tarde con funcionarios ucranianos.

El ministro ucraniano de exteriores, Dmytro Kuleba, también dijo que su país estaba dispuesto, aunque señaló que las demandas rusas no han cambiado y que no aceptaría ningún ultimátum. Ningún bando dijo dónde podrían celebrarse las conversaciones.

Al amanecer del séptimo día de guerra, Rusia se veía cada vez más aislada, afectada por sanciones que han golpeado su economía y dejado al país prácticamente sin amigos, salvo por unos pocos países como China, Bielorrusia y Corea del Norte.

El mayor banco de Rusia, Sberbank, anunció el miércoles su retirada de los mercados europeos por el endurecimiento de las sanciones de Occidente.

En Washington, Biden empleó su primer discurso sobre el Estado de la Unión para resaltar la determinación una revitalizada alianza de Occidente que ha tomado medidas para reabastecer de armas al ejército ucraniano y paralizar a la economía rusa por medio de sanciones.

“A lo largo de nuestra historia hemos aprendido esta lección: Cuando los dictadores no pagan el precio por su agresión, provocan más caos”, declaró Biden. “Siguen avanzando y los costos y amenazas para Estados Unidos y para el mundo continúan aumentando”.

Mientras Biden hablaba, un convoy de 64 kilómetros (40 millas) de cientos de tanques rusos y otros vehículos avanzaba despacio hacia Kiev, una ciudad de casi tres millones de personas. Occidente temía que el contingente formara parte de un intento de Putin de derrocar al gobierno e instaurar un régimen afín al Kremlin.