Un nuevo estudio revela el vínculo entre los químicos perfluoroalquilo y polifluoroalquilo (PFAS) y la calidad del sueño. Investigadores de la Universidad del Sur de California (USC) han descubierto que las personas con niveles más elevados de ciertos tipos de PFAS en su sangre tienden a dormir menos y de peor calidad.
Estos hallazgos añaden un nuevo riesgo a la lista de problemas de salud asociados con estos compuestos, que ya han sido vinculados con enfermedades graves como el cáncer, diabetes y trastornos inmunológicos.
Los PFAS son conocidos por su estabilidad y resistencia, lo que los convierte en materiales clave en la fabricación de productos como ropa impermeable, utensilios de cocina antiadherentes y espumas contra incendios. Sin embargo, esa misma estabilidad los convierte en una amenaza ambiental y para la salud, ya que no se descomponen fácilmente en el medio ambiente ni en el cuerpo humano. Este grupo de sustancias químicas ha sido denominado “químicos permanentes” debido a su persistencia y capacidad para acumularse tanto en el entorno como en los organismos vivos.
El estudio, llevado a cabo por un equipo de investigadores de la USC, se centró en analizar los efectos de cuatro tipos de PFAS en el sueño de los participantes. La investigación incluyó a 144 personas jóvenes, de entre 19 y 24 años, de quienes se tomaron muestras de sangre para medir la concentración de siete tipos de PFAS. Posteriormente, los investigadores cruzaron esos datos con información sobre los patrones de sueño de los participantes.
Se encontró que cuatro de los tipos de PFAS analizados estaban estrechamente relacionados con un sueño de menor calidad. Los compuestos PFDA, PFHxS y PFOA fueron los más notables en cuanto a su impacto en la duración del sueño. Aquellos con los niveles más altos de estas sustancias químicas en la sangre dormían alrededor de 80 minutos menos en promedio que aquellos con niveles más bajos. Además, el PFOS, otro tipo de PFAS, estuvo vinculado con dificultades para conciliar el sueño, interrupciones frecuentes durante la noche y un aumento en la sensación de fatiga durante el día.
Este estudio no solo se limitó a observar la correlación entre los niveles de PFAS y el sueño, sino que también intentó identificar los posibles mecanismos detrás de estos efectos adversos. Para ello, los investigadores realizaron un análisis exhaustivo de los genes que podrían estar involucrados en la relación entre los PFAS y los trastornos del sueño. Identificaron un total de siete genes que parecen estar influenciados por la presencia de estos compuestos químicos y que desempeñan un papel clave en la regulación del sueño.
Uno de los genes más destacados fue HSD11B1, que está relacionado con la producción de cortisol, la hormona responsable de regular el estrés y la vigilia. El estudio sugiere que los niveles elevados de PFAS pueden alterar la expresión de este gen, lo que podría afectar los niveles de cortisol en el cuerpo. “Si los niveles de cortisol se ven alterados, esto puede influir directamente en la calidad del sueño”, explicó Shiwen Li, autor principal del estudio. Los cambios en esta hormona pueden tener un impacto significativo en el ciclo de sueño-vigilia, lo que podría explicar por qué las personas con altos niveles de PFAS en la sangre experimentan un sueño más fragmentado y menos reparador.
Otro hallazgo importante fue la relación entre los PFAS y la enzima catepsina B. Esta enzima, que también es regulada por uno de los genes identificados, ha sido vinculada previamente con el deterioro cognitivo en pacientes con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Aunque no se ha establecido una conexión directa entre los PFAS y esta enfermedad, los investigadores consideran que la alteración del sueño causada por estas sustancias químicas podría tener consecuencias a largo plazo en la función cognitiva.
El equipo de investigadores planea continuar profundizando en el impacto de los PFAS en la salud del sueño y otros aspectos de la biología humana. Sin embargo, hasta la fecha, existen pocas opciones para reducir los niveles de estos químicos en el cuerpo. Algunas investigaciones sugieren que la donación de sangre periódica podría ayudar a disminuir la concentración de PFAS en la sangre, aunque se necesitan más estudios para validar esta opción.
Este nuevo estudio refuerza la necesidad de una regulación más estricta sobre el uso de los PFAS y destaca la urgencia de seguir investigando sus efectos a largo plazo en la salud humana.