Un estudio reciente llevado a cabo por la Universidad de California en San Francisco ha revelado una relación entre el aumento del tiempo que los niños de entre 9 y 10 años pasan frente a pantallas y una mayor prevalencia de síntomas de salud mental, como depresión, ansiedad y problemas de atención. Este estudio, que es uno de los primeros análisis longitudinales en explorar el impacto del uso de pantallas en la salud mental de los niños, siguió a un grupo diverso de participantes durante dos años, arrojando resultados importantes sobre el efecto del tiempo frente a dispositivos electrónicos.
El estudio, dirigido por el Dr. Jason Nagata, profesor asociado en el Hospital de Niños Benioff de la UCSF, monitoreó a más de 9.500 niños de todo Estados Unidos. Los resultados sugieren que actividades como videollamadas, mensajes de texto y el uso de videojuegos están más estrechamente relacionadas con síntomas de depresión. Nagata explicó que el tiempo frente a pantallas desplaza actividades clave que normalmente protegen la salud mental, como el ejercicio, el sueño y las interacciones sociales en persona.
El uso excesivo de pantallas, según Nagata, puede tener efectos pequeños pero consistentes en la salud mental de los niños. Los investigadores encontraron que el uso prolongado de pantallas no solo está asociado con síntomas depresivos, sino también con trastornos conductuales, síntomas somáticos y de déficit de atención e hiperactividad. Sin embargo, el impacto del tiempo frente a pantallas no es uniforme entre todos los grupos, con diferencias significativas en cómo afecta a niños de diferentes contextos raciales.
Los niños blancos, por ejemplo, mostraron una correlación más fuerte entre el tiempo frente a la pantalla y los síntomas de depresión, ansiedad y déficit de atención en comparación con sus pares negros o asiáticos. Este hallazgo ha generado preguntas sobre los factores sociales y culturales que podrían mediar estas diferencias. Para Nagata, es posible que las pantallas jueguen un papel diferente para los adolescentes pertenecientes a minorías raciales, quienes podrían usar la tecnología para mantenerse conectados con sus comunidades o encontrar apoyo emocional en entornos digitales.
“Para los adolescentes negros y asiáticos, las redes sociales y las pantallas pueden ser más que un sustituto de las interacciones cara a cara. Estas plataformas pueden ayudarlos a conectarse con otros que comparten experiencias de vida similares, ampliando su red de apoyo social más allá de su entorno inmediato”, comentó Nagata, destacando la complejidad del fenómeno y cómo puede variar según el contexto sociocultural de los jóvenes.
El estudio subraya que las diferencias raciales en los efectos del tiempo frente a pantallas no se deben a diferencias de género, ya que no se observaron variaciones significativas entre niños y niñas. No obstante, casi la mitad de los niños participantes no eran blancos, lo que permitió obtener una visión más amplia y detallada sobre cómo el tiempo frente a pantallas afecta a diferentes poblaciones en los Estados Unidos.
En los últimos años, ha crecido la preocupación por el impacto del tiempo frente a pantallas en la salud mental de los jóvenes, especialmente a medida que el tiempo de exposición a dispositivos electrónicos ha aumentado significativamente. Los adolescentes, en promedio, pasan hasta 8,5 horas diarias frente a pantallas para actividades no educativas, mientras que los preadolescentes pasan alrededor de 5,5 horas al día. Esta exposición prolongada coincide con un aumento en los problemas de salud mental en este grupo de edad. Según estudios recientes, los adolescentes tienen un 50 % más de probabilidades de sufrir un episodio depresivo mayor en comparación con hace dos décadas, y el riesgo de suicidio ha aumentado un 30 %.
Para enfrentar este desafío, la Academia Estadounidense de Pediatría recomienda que las familias desarrollen un Plan de Uso de Medios, ajustado a las necesidades individuales de cada niño. Nagata enfatizó que los padres juegan un papel crucial al establecer límites saludables para el uso de pantallas y alentando actividades que favorezcan la salud mental, como la actividad física y el contacto social en persona.
Este estudio aporta una nueva capa de comprensión a un problema cada vez más urgente, revelando no solo los riesgos que plantea el uso excesivo de pantallas, sino también las diferencias en cómo afecta a diferentes grupos de niños. En un mundo cada vez más digitalizado, la investigación sobre el uso de la tecnología y su impacto en la salud mental infantil será fundamental para guiar tanto a padres como a profesionales de la salud hacia soluciones que promuevan el bienestar mental de las futuras generaciones.