Un destacado neurólogo estadounidense ha encendido el debate sobre los hábitos de consumo de alcohol en la tercera edad, al recomendar que las personas se abstengan completamente de ingerir bebidas alcohólicas a partir de los 65 años. El Dr. Richard Restak, experto en demencia y ex presidente de la Asociación Neuropsiquiátrica Estadounidense, destaca en su libro La guía completa de la memoria: la ciencia de fortalecer la mente, que incluso cantidades moderadas de alcohol pueden tener efectos perjudiciales en el cerebro a medida que envejecemos.
Restak señala que el alcohol actúa como una neurotoxina, aunque sea débil, y que su consumo puede acelerar el deterioro de las células nerviosas. Según el especialista, este daño tiene consecuencias significativas en una etapa de la vida en la que preservar las neuronas es crucial para prevenir enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y otras formas de demencia. “Es fundamental eliminar completamente el alcohol de la dieta a partir de los 65 años”, enfatiza el neurólogo, quien respalda su recomendación en el hecho de que el riesgo de desarrollar demencia se quintuplica a partir de esa edad y sigue aumentando cada cinco años.
La demencia, que afecta la memoria, las capacidades cognitivas y la independencia de las personas, representa un desafío global creciente. En el Reino Unido, se estima que casi un millón de personas viven con esta condición, lo que equivale a una de cada 14 personas mayores de 65 años. Sin embargo, las proyecciones indican que esta cifra podría aumentar a 1,5 millones en las próximas décadas debido al envejecimiento de la población. El impacto financiero también es significativo, con un costo anual de 43.000 millones de libras para el sistema de salud británico, una cifra que se prevé se duplique para 2040.
Diversos estudios respaldan las afirmaciones de Restak al vincular el consumo elevado de alcohol con un mayor riesgo de demencia. El consumo excesivo y prolongado de bebidas alcohólicas puede encoger partes del cerebro, exacerbando la progresión de la enfermedad e incluso desencadenándola en algunos casos. Este daño es particularmente evidente en el síndrome de Wernicke-Korsakoff, un tipo de demencia que resulta de la incapacidad del cuerpo para absorber vitamina B1, un nutriente esencial para la salud cerebral, afectado directamente por el alcohol.
Además, investigaciones realizadas en Francia han revelado que el consumo excesivo de alcohol también está relacionado con la demencia de aparición temprana, definida como aquella que ocurre antes de los 65 años. En un estudio de pacientes diagnosticados con esta condición, la mitad tenía antecedentes de trastorno por consumo de alcohol, lo que subraya los peligros que este hábito puede representar mucho antes de la edad que Restak menciona como crítica.
A pesar de estas advertencias, aún existe debate en la comunidad científica sobre los efectos del consumo moderado de alcohol en la prevención de la demencia. Aunque algunos estudios pequeños sugieren un posible beneficio, los expertos insisten en que la evidencia no es concluyente. En el Reino Unido, las pautas oficiales recomiendan no exceder las 14 unidades de alcohol por semana, equivalentes a seis pintas de cerveza o una botella y media de vino, para minimizar riesgos asociados.
Organizaciones benéficas como Alzheimer’s Research UK subrayan que hasta la mitad de los casos de demencia podrían prevenirse o retrasarse significativamente si las personas adoptaran cambios en su estilo de vida, incluida la reducción o eliminación del consumo de alcohol. Este enfoque no solo tendría implicaciones positivas para la salud individual, sino que también podría aliviar la creciente carga económica y social que representa la demencia para los sistemas de salud en todo el mundo.
En última instancia, el llamado del Dr. Restak a la abstinencia total a partir de los 65 años plantea preguntas cruciales sobre cómo las decisiones individuales pueden influir en la salud cognitiva en el futuro. Aunque el alcohol es una parte arraigada de muchas culturas, su impacto en el cerebro envejecido no puede ignorarse, especialmente ante el aumento de la esperanza de vida y los desafíos asociados con el envejecimiento de la población.