Una jueza federal afirmó el jueves que ordenará a los agentes federales en Chicago restringir el uso de la fuerza contra manifestantes pacíficos y medios de comunicación, argumentando que las prácticas actuales violan sus derechos constitucionales.
La orden judicial preliminar surgió en respuesta a una demanda que alega que los agentes federales han utilizado fuerza excesiva en su represión de inmigración en el área de Chicago.
El fallo de la jueza Sara Ellis, que se espera sea apelado por la administración del presidente Donald Trump, refina una orden temporal anterior que requería que los agentes llevaran insignias y les prohibía usar ciertas técnicas de control de disturbios, como gases lacrimógenos, contra manifestantes pacíficos y periodistas. Después de reprender repetidamente a los funcionarios federales por no seguir sus órdenes previas, añadió un requisito para el uso de cámaras corporales.
“No encuentro creíble la versión de los hechos de los demandados”, expresó Ellis.
Indicó que los agentes estarán obligados a dar dos advertencias antes de usar armas de control de disturbios y que los agentes solo deben usar la fuerza cuando sea “objetivamente necesario para detener una amenaza inmediata”.
Describió a los manifestantes y defensores enfrentándose a gases lacrimógenos, teniendo armas apuntadas hacia ellos y siendo arrojados al suelo, diciendo que “eso haría que una persona razonable lo piense dos veces antes de ejercer sus derechos fundamentales”.
Durante la audiencia de ocho horas del miércoles, los testigos dieron testimonios emocionales al describir su experiencia con gases lacrimógenos, siendo disparados en la cabeza con bolas de pimienta mientras rezaban, y teniendo armas apuntadas hacia ellos al grabar a los agentes en calles residenciales.
Ellis cuestionó a los testigos sobre cómo estas experiencias los impactaron y si les impidieron protestar nuevamente. Uno tras otro, los testigos describieron su ansiedad sobre regresar a las protestas o al activismo.
“Me pongo muy nerviosa porque simplemente siento que no estoy segura”, le dijo Leslie Cortez, una organizadora juvenil en el suburbio de Cicero en Chicago, a Ellis. “Y no me siento segura cuando salgo”.
























