Las remesas que reciben los países de América Latina y el Caribe alcanzarán un récord de 155.000 millones de dólares en 2023, impulsadas sobre todo por cientos de miles de inmigrantes que envían dinero a la región desde Estados Unidos para ayudar a subsistir a sus familias, de acuerdo con proyecciones difundidas el jueves por el Banco Interamericano de Desarrollo.
El volumen total de las remesas en dólares equivale a un incremento de 9,5% con respecto a los 142.000 millones recibidos en 2022 y completa 15 años consecutivos de crecimiento. Refleja asimismo el flujo migratorio dentro del hemisferio occidental y la contribución que los migrantes hacen a sus países de origen.
“Sigue siendo una fuente importante a nivel agregado para la economía e importante de subsistencia para muchas familias en la región”, expresó Felipe Muñoz, jefe de la unidad de migración del BID, en entrevista con The Associated Press.
El incremento tiene lugar en momentos en que la economía latinoamericana atraviesa una desaceleración, con un magro crecimiento estimado en el 2% para este año que no alcanza para reducir la pobreza ni crear empleo, según las proyecciones del Banco Mundial. Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) los pronósticos son incluso menos alentadores: un crecimiento de apenas 1,7% previsto para este año y de 1,5% para 2024.
Con dificultades para encontrar trabajo, altos índices de inflación y elevadas tasas de interés que restringen el crédito, el debilitamiento de la economía ha generado tensiones sociales. La pobreza alcanza a cerca de un tercio de la población de la región.
En ese contexto, las remesas son una ayuda para las economías. A nivel regional, representan el 2,5% del Producto Interno Bruto y su volumen en dólares ha superado incluso la inversión directa extranjera en la región, sin incluir a Brasil.
En Centroamérica equivalen al 12,7% del PIB. En Nicaragua, alcanzan al 30% del PIB , en Honduras el 27%, en El Salvador el 24% y en Guatemala el 19,5%.
En Sudamérica el impacto es del 0,7% en el PIB, pero el BID advierte que aunque sea menor que en otras subregiones, los flujos de remesas benefician a millones de familias de bajos ingresos que de otra manera podrían caer en un nivel de pobreza aún más severo.
























