Durante mucho tiempo Miguel Laboy, de 75 años, ha fumado marihuana con su café todas las mañanas. Se promete a sí mismo que ya no volverá a hacerlo, pero luego lo vuelve a hacer.
“¿Sabes lo que me molesta? Estar pensando en el cannabis desde que me despierto”, dijo Laboy mientras encendía un porro en su apartamento de Brookline, Massachusetts. “Me gustaría levantarme un día y no fumar. Pero así están las cosas”.
Desde su legalización y comercialización en muchos estados, el consumo diario de cannabis se ha convertido en una parte definitoria, y a menudo invisible, de la vida de muchas personas en Estados Unidos.
Los vaporizadores y concentrados de alta potencia dominan ahora el mercado, y los médicos temen que se esté borrando la línea entre el alivio de dolencias y la adicción, sin que los consumidores se den cuenta del cambio.
La realidad es que muchos de quienes alguna vez recurrieron al cannabis en busca de ayuda están encontrando cada vez más difícil dejarlo.
En general, el alcohol sigue siendo más consumido que el cannabis. Pero a partir de 2022, el número de consumidores diarios de cannabis en Estados Unidos superó al de bebedores, un cambio importante en los hábitos de los estadounidenses.
Investigadores señalan que este aumento se ha producido junto con la aparición de productos que contienen mucho más THC que la marihuana en comparación con décadas anteriores, como los aceites y concentrados para vaporizadores, que pueden alcanzar entre un 80% y un 95% de THC.
Massachusetts, como la mayoría de los estados, no establece ningún límite en cuanto a la potencia de estos productos.
Los médicos advierten que el consumo diario y en altas dosis puede nublar la memoria, perturbar el sueño, intensificar la ansiedad o la depresión y provocar adicción de formas que las generaciones anteriores no conocían.
Muchas personas que desarrollan un trastorno por consumo de cannabis aseveran que es difícil reconocer los signos debido a la creencia generalizada de que la marihuana no es adictiva.
Dado que las consecuencias tienden a aparecer gradualmente (confusión mental, irritabilidad, dependencia), los consumidores a menudo no se dan cuenta de cuándo el consumo terapéutico se convierte en compulsión.
De un hábito a una adicción
Laboy, quien es un chef jubilado, comenzó a acudir a un terapeuta especializado en el consumo de sustancias después de decirle a su médico que se sentía deprimido, desmotivado y cada vez más aislado a medida que aumentaba su consumo de alcohol y cannabis.
La naltrexona le ayudó a dejar el alcohol, pero no ha encontrado la manera de dejar la marihuana. A diferencia del alcohol y los opioides, no existe ningún medicamento aprobado por la FDA para tratar la adicción al cannabis, aunque se están realizando investigaciones al respecto.
Laboy, que fumó por primera vez a los 18 años, aseveró que la marihuana ha aliviado durante mucho tiempo los síntomas relacionados con el TDAH no diagnosticado, traumas infantiles y experiencias dolorosas, como el tratamiento contra el cáncer y la muerte de su hijo. Tras décadas trabajando en cocinas de restaurantes se consideraba un “fumador funcional”
Sin embargo, últimamente su consumo se ha vuelto compulsivo. Tras jubilarse, comenzó a vapear cartuchos con un 85% de THC.
“Últimamente, solo llevo dos cosas en las manos: mi vaporizador y mi celular, eso es todo”, relató. “No estoy orgulloso de ello, pero es la realidad”.
El cannabis alivia su ansiedad y “calma su espíritu”, pero ha notado que afecta a su concentración. Espera aprender a leer música, pero le resulta cada vez más difícil mantener la concentración al piano.
Lleva seis meses acudiendo a un psiquiatra especializado en adicciones, pero no ha conseguido reducir su consumo. Según él, el sistema sanitario no parece estar preparado para ayudarlo.
“Aún no están preparados”, indicó Laboy. “Acudo a ellos en busca de ayuda, pero lo único que me dicen es: ‘Intenta fumar menos’. Eso ya lo sé, por eso estoy allí”.
Los consumidores más jóvenes describen una espiral similar, que comienza con alivio y termina en un lugar más difícil de definir.
La confusión mental: “una nueva normalidad”
Kyle, un estudiante de 20 años de la Universidad de Boston, señaló que el cannabis le ayuda a controlar los ataques de pánico que sufre desde la preparatoria. Habló con la condición de que solo se utilizara su nombre de pila, ya que compra cannabis de forma ilegal.
En el departamento de Allston que comparte con sus compañeros de fraternidad, tienen una pipa de agua comunitaria.
Cuando está drogado, Kyle se siente tranquilo, capaz de procesar los pensamientos ansiosos y sentir gratitud. Pero esa claridad se ha vuelto más difícil de alcanzar cuando está sobrio.
“Creo que hace un año podía hacerlo mejor”, añadió. “Ahora solo puedo hacerlo cuando estoy drogado, lo cual da miedo”.
Agregó que la confusión mental y la sensación de distanciamiento se desarrollan tan gradualmente que se convierten en “tu nueva normalidad”. Algunas mañanas, se despierta sintiéndose como un observador de su propia vida, luchando por recordar el día anterior. “Puede ser difícil despertarse y decir: ‘Dios mío, ¿quién soy?’”, aseveró.
Aun así, no tiene intención de dejarlo pronto.
Kyle apuntó que el cannabis le ayuda a funcionar, más que lo que lo haría un tratamiento profesional. Los médicos explicaron que esa ambivalencia es habitual: muchas personas consideran que el cannabis es tanto el problema como la solución.
Anne Hassel pasó un mes en la cárcel y un año en libertad condicional por cultivar cannabis en la década de 1980. Lloró cuando se abrieron los primeros dispensarios de Massachusetts y dejó su carrera de fisioterapeuta para trabajar en uno de ellos.
Sin embargo, en menos de un año, “el trabajo de mis sueños se convirtió en una pesadilla”, agregó.
Hassel, de 58 años, precisó que algunos consultores presionaban al personal para que promocionara los concentrados de alta potencia como “más medicinales”, restando importancia a sus riesgos. Después de probar su primer dab —un efecto casi instantáneo y “estupefaciente”—, comenzó a consumir concentrado con un 90% de THC varias veces al día.
Su consumo se volvió rápidamente debilitante, afirmó. Perdió el interés por las cosas que antes le gustaban, como el ciclismo de montaña. Un día de otoño, condujo hasta el bosque y dio media vuelta sin salir del coche. “Solo quería ir a casa de mi amiga y consumir dabs”, añadió. “Me odiaba a mí misma”.
No buscó tratamiento formal, pero se recuperó con la ayuda de una amiga. Montar en su motocicleta verde, que en su día bautizó como Sativa en honor a su variedad favorita, la ha ayudado a reconectar con su cuerpo y su espíritu.
“La gente no quiere reconocer lo que está pasando porque la legalización estaba vinculada a la justicia social”, dijo. “Te dejas llevar por ello y no reconoces el daño hasta que es demasiado tarde”.
En internet, esa toma de conciencia se manifiesta a diario en r/leaves, una comunidad de Reddit con más de 380,000 personas que intentan reducir su consumo o dejarlo.
Los usuarios han descrito una lucha similar: ansían la calma que les proporciona el cannabis, pero luego se sienten atrapados por la neblina. Algunos escribieron sobre el aislamiento y el arrepentimiento, diciendo que años de consumo han embotado su ambición y su presencia en las relaciones. Otros publican peticiones de ayuda desde el trabajo o las consultas médicas.
Juntos, han armado un retrato de la dependencia que es silenciosa y rutinaria, y de la que es difícil escapar.
“Cuando la gente habla de legalizar una droga, en realidad está hablando de comercializarla”, afirmó Dave Bushnell, fundador del grupo de Reddit. “Hemos creado una industria optimizada para vender tanto como sea posible”.
Los médicos tienen una advertencia
El Dr. Jordan Tishler, un antiguo médico de urgencias que ahora trata a pacientes con cannabis medicinal en Massachusetts, indicó que dosis bajas de THC combinadas con dosis altas de CBD pueden ayudar a algunos pacientes con ansiedad. Muchos productos tienen altos niveles de THC, lo que puede empeorar los síntomas, afirmó.
“Es un medicamento”, señaló. “Puede ser útil, pero también puede ser peligroso, porque acceder a él sin orientación es peligroso”.
El Dr. Kevin Hill, director de adicciones del Beth Israel Deaconess Medical Center de Boston, especializado en trastornos por consumo de cannabis, señaló que la mayor carencia es la educación, tanto entre los consumidores como entre los médicos.
“Creo que los adultos deberían poder hacer lo que quieran siempre y cuando no hagan daño a nadie”, pero muchos usuarios no comprenden los riesgos, afirmó Hill.
Según él, el debate no debería centrarse en la prohibición, sino en el equilibrio y la toma de decisiones informadas. “Para la mayoría de las personas, los riesgos superan a los beneficios”.























