Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) lanzaron una nueva campaña, titulada Free Mind, para abordar la salud mental y el uso de sustancias entre los adolescentes antes del próximo año escolar. La misma tiene como objetivo proporcionar a los adolescentes y a sus padres o cuidadores “recursos e información sobre el consumo de sustancias, la salud mental y la conexión entre ambos”.
Los esfuerzos giran en torno al mensaje de que “las drogas y la salud mental no se mezclan”.
En el sitio web referido a la campaña advierten: “Cuando lidiamos con muchas emociones, podemos sentirnos tentados a recurrir a las drogas y al alcohol o a lidiar con ellas mediante el uso indebido de medicamentos que no nos recetaron”. No obstante, el consumo de sustancias puede causar o agravar la ansiedad, la tristeza, la ira y la depresión, según los CDC.
Del mismo modo, también puede afectar la memoria o el estado de ánimo del paciente.
Un problema de salud pública
Los CDC describen la crisis de sobredosis de drogas como “en constante evolución” y “un importante problema de salud pública”. De acuerdo a sus registros, más de 80,000 estadounidenses murieron por sobredosis de drogas el año pasado.
En los últimos cuatro años, el 75% de las muertes por sobredosis en preadolescentes y adolescentes de 10 a 19 años se debieron al fentanilo de fabricación ilegal.
Solo en año 2023, el 40% de los estudiantes de secundaria abandonaron sus actividades habituales debido a sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza. Uno de cada cinco estudiantes ha considerado seriamente intentar suicidarse, según los CDC.
“Hablar abiertamente sobre la salud mental y el consumo de sustancias, y saber cuándo buscar ayuda profesional, es fundamental para ayudar a los adolescentes a mantenerse sanos”, dijo la Dra. Allison Arwady, directora del Centro Nacional para la Prevención y el Control de Lesiones de los CDC.
Señales que pueden indicar consumo de sustancias
El consumo de sustancias en adolescentes puede identificarse temprano mediante la observación de ciertos signos físicos, conductuales y sociales que indican riesgo antes de que se convierta en un problema grave. Entre los principales aspectos a considerar están:
- Cambios en el comportamiento y el estado de ánimo, como depresión, irritabilidad, ansiedad, paranoias o cambios drásticos en la actitud.
- Cambios en el rendimiento académico, pérdida de interés en actividades habituales, dificultades para concentrarse, ausencias escolares frecuentes o bajo desempeño.
- Cambios en las relaciones sociales: cambio repentino de amigos o aislamiento, distanciamiento familiar, problemas para mantener vínculos afectivos.
- Cambios en hábitos cotidianos: alteraciones en los patrones de sueño y alimentación, higiene personal descuidada o deterioro en la apariencia física.
- Comportamientos de riesgo como irresponsabilidad, tendencia a mentir, robo o agresividad.
- Señales físicas visibles: ojos enrojecidos o con pupilas anormales (dilatadas o contraídas), pérdida rápida de peso, hemorragias nasales, heridas inusuales en el cuerpo, y presencia de parafernalia (pipetas, jeringas, vapeadores).
- Cambios en la demanda y manejo del dinero, como pedirlo con frecuencia sin justificación clara.
La prevención y detección temprana también requieren que padres, educadores y profesionales estén atentos a factores de riesgo como baja autoestima, problemas familiares y situaciones de estrés o cambios importantes en la vida del adolescente (mudanzas, divorcio de padres, etc.).
Informar a los adolescentes sobre los riesgos asociados al consumo y ayudarles a desarrollar habilidades para la toma de decisiones saludables es fundamental para reducir la probabilidad de que el consumo se convierta en un problema grave.