Una reciente investigación de la Universidad de Carolina del Norte (UNC) revela que la falta de sueño en las primeras etapas de la vida puede tener efectos permanentes en el desarrollo cerebral, afectando la formación y crecimiento de las sinapsis, las conexiones clave para la comunicación. entre neuronas.

Este estudio, liderado por Sean Gay y el profesor asistente Graham Diering, mostró que la privación de sueño en ratones jóvenes repercute en la función cognitiva y social, y resulta particularmente dañina en aquellos con predisposición genética al trastorno del espectro autista (TEA).

Sus hallazgos, publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences, subrayan la importancia del sueño en el neurodesarrollo y abren posibilidades para tratamientos terapéuticos enfocados en restaurar la función sináptica en condiciones como el TEA.

El sueño es crucial desde el nacimiento, cuando el cerebro aún se encuentra en formación y necesita establecer conexiones sólidas entre las neuronas para el aprendizaje, la memoria y el desarrollo general.

En adultos, se sabe que la falta de sueño tiene efectos perjudiciales en el bienestar físico y mental, incluyendo una mayor susceptibilidad a problemas de salud como inmunosupresión, obesidad y enfermedades neurodegenerativas.

Sin embargo, en los primeros años de vida, el sueño cumple un rol aún más crítico, dado que facilita la plasticidad sináptica, proceso fundamental para la consolidación de aprendizajes y habilidades motoras, cognitivas y sociales.

La investigación de Diering y su equipo se enfocó en los efectos a largo plazo de la falta de sueño en el cerebro de ratones, hallando que aquellos que habían sido privados de sueño en sus primeras semanas de vida presentaban mayores dificultades en tareas de memoria y comportamiento. social, en comparación con los adultos.

Compensar el tiempo de sueño perdido

Este estudio demostró que mientras los ratones adultos respondían a la falta de sueño con un “rebote” que les permitía compensar el tiempo perdido de descanso, los ratones jóvenes no manifestaban esta capacidad de recuperación. La ausencia de este “rebote” en ratones jóvenes refleja una incapacidad del cerebro en desarrollo para corregir los efectos negativos de la privación de sueño, situación que podría tener un equivalente en los niños pequeños.

El equipo de investigación de la UNC utilizó tecnología de sensores avanzados para monitorear los ciclos de sueño y vigilia de los ratones en entornos especialmente diseñados, lo que les permitió observar cómo los ratones jóvenes y adultos reaccionaban ante la privación de sueño.

Los ratones adultos aumentaron su tiempo de descanso en horarios irregulares, recuperando el sueño perdido, mientras que los más jóvenes carecían de esta capacidad, lo que resultó en un impacto significativamente negativo en sus habilidades de aprendizaje y memoria.

Diering explicó que el sueño es fundamental para el fortalecimiento sináptico y, en particular, para el desarrollo de conexiones neuronales saludables que sustentan la cognición y la conducta social. Este proceso es especialmente crítico en animales jóvenes, cuya estructura cerebral aún se está formando.

Además, el equipo de supervisar que la falta de sueño no solo redujo el número de sinapsis en los ratones jóvenes, sino que alteró la investigación de proteínas esenciales para la salud cerebral y el desarrollo neuronal, aumentando el riesgo de deficiencias en la función cognitiva. y sociales.

En última instancia, los resultados de este estudio resaltan la importancia de garantizar un sueño adecuado en la infancia, pues no se trata solo de descanso, sino de una fase de reconstrucción y consolidación de funciones neuronales que impactarán toda la vida.