La localidad bíblica de Belén se preparaba el viernes para su segunda Nochebuena seguida en la pandemia del coronavirus, con grupos reducidos y un tiempo gris y sombrío que empañaban las celebraciones en el lugar donde según la tradición nació Jesús.
Israel -el principal punto de entrada para visitantes extranjeros a la ocupada Cisjordania- ha prohibido casi todo el tráfico aéreo de entrada, lo que mantuvo a los turistas internacionales alejados por segundo año consecutivo. La prohibición pretende frenar la expansión de la contagiosa variante ómicron del virus, que ha trastocado las celebraciones navideñas en todo el mundo.
En su lugar, las autoridades locales contaban con la pequeña comunidad cristiana de Tierra Santa para elevar el ánimo.
El alcalde de Belén, Anton Salman, dijo que la localidad era optimista sobre que las navidades de 2021 serían mejores que las del año anterior, cuando incluso los vecinos se quedaron en casa por las medidas de confinamiento. Belén tenía previsto reanudar las celebraciones callejeras y los desfiles de su banda tradicional.
“Nuestro festival del año pasado fue virtual, pero este año será cara a cara con participación popular”, dijo Salman.
La policía colocó barreras el viernes por la mañana mientras bandas de exploradores marchaban por la Plaza del Pesebre, tocando tambores y alzando banderas antes de la llegada del patriarca latino de Jersualén, Pierbattista Pizzaballa, líder regional de la Iglesia católica romana.
Estaba previsto que Pizzaballa celebrase la Misa del Gallo a medianoche en la cercana iglesia dela Natividad, que acoge la gruta donde los cristianos creen que nació Jesucristo.
Para el mediodía, cientos de personas, casi todos palestinos, se reunían tras las barreras para celebrar la ocasión.
Antes de la pandemia, Belén recibiría miles de peregrinos cristianos de todo el mundo que aportaban mucho espíritu navideño a la ciudad y un gran impulso para la economía local. La pérdida del turismo internacional, la base de la economía de Belén, ha golpeado con especial dureza a hoteles, restaurantes y tiendas de regalos.
“En circunstancias normales en esta época del año, normalmente tengo una cola de 20 metros fuera”, dijo Adil Abu Nayaf, propietario de un puesto vacío de comida en la Plaza del Pesebre.
Los que asistieron intentaban ver el lado bueno de una situación difícil. En Tierra Santa viven unos 200.000 cristianos, una comunidad pequeña pero unida que supone entre el 1 y el 2% de la población en Israel y la ocupada Cisjordania. También hay miles de trabajadores extranjeros e inmigrantes africanos, así como diplomáticos y periodistas.
Billy Stuart, empleado del consulado británico en Jerusalén, dijo que su experiencia en belén había sido alentadora aunque hubiera menos gente de la esperada.
“El desfile es impresionante y no era consciente de que hubiera tantos gaiteros palestinos”, comentó.