El papa Francisco llegó el miércoles a Portugal para inaugurar la primera edición de la Jornada Mundial de la Juventud desde que el COVID-19 obligó a cancelar grandes aglomeraciones, y en la que esperaba inspirar a la próxima generación de católicos al tiempo que lidiaba con el escándalo de abusos sexuales en la Iglesia.

Se esperaba que más de un millón de jóvenes de todo el mundo asistieran a la cita en Lisboa, con varios días de eventos.

El avión de Francisco llegó en un día cálido a la capital portuguesa, y se esperaba que las temperaturas alcanzaran los 35 grados Celsius (95 Fahrenheit) para la misa que coronaba el fin de semana. El pontífice, que llegó en silla de ruedas, fue recibido por el presidente de Portugal Marcelo Rebelo de Sousa, acompañado de dos niños pequeños.

Los autobuses de peregrinos empezaron a llegar antes del martes, y los asistentes se preparaban para las altas temperaturas veraniegas en eventos al aire libre.

Un cartel de las autoridades portuguesas de salud recordaba a los asistentes que se mantuvieran hidratados. El primer ministro, António Costa, recomendó el lunes a los voluntarios de las jornadas que llevaran mucha agua y un sombrero para protegerse del calor. El cardenal electo Américo Aguiar, el obispo de Lisboa que organiza el festival, dijo que los dos años de confinamientos por la pandemia hacían única la edición de este año de la Jornada Mundial de la Juventud, que describió como un encuentro importante para los jóvenes católicos, especialmente dada la guerra de Rusia en Ucrania y la incertidumbre económica en todo el mundo.

“El papa siempre dice que este evento es la alegría y la posibilidad de reunirse, la cultura de reunirse”, dijo Aguiar en una entrevista. “Después de esas limitaciones y dificultades, jóvenes de todo el mundo podrán reunirse de nuevo, con cierta libertad”.

Francisco llegó el miércoles y tenía previsto entrevistarse por la mañana con autoridades portuguesas en el Palacio Nacional de Belén, la residencia oficial del presidente al oeste de Lisboa, y de donde zarpaban los exploradores marítimos lusos de los siglos XV y XVI.