Jason Alexander, el exmarido de Britney Spears que trató de arruinar su emotiva boda con Sam Asghari al irrumpir en su vivienda californiana durante la ceremonia, no podrá acercarse a la artista ni ponerse en contacto con ella al tiempo que tendrá que prepararse para un duro juicio en el que, francamente, lo tendrá muy complicado para salir airoso y sin castigo.

El juez que estudia su caso, David R. Worley, le ha impuesto además una fianza de $100,000 dólares si quiere recuperar la libertad provisional durante el proceso, que determinará su inocencia o culpabilidad en los tres delitos que se le imputan: los de acoso, vandalismo y agresiones menores.

Y es que además de allanar la morada de la diva, el acusado protagonizó algún que otro forcejeo con los agentes de seguridad que protegen la finca y se negó a abandonar la propiedad pese a ser advertido en numerosas ocasiones sobre las consecuencias.

Este magistrado del condado californiano de Ventura reconoció en una vista preliminar, celebrada este lunes, que había pruebas más que suficientes para imputar a Alexander y tenerlo bajo custodia hasta, por lo menos, el próximo 12 de julio, cuando el que fuera esposo de la cantante durante tan solo 55 horas tendrá que volver a prestar declaración ante el juez.

Aunque el procesado se ha declarado no culpable de todos los cargos que se le atribuyen, lo cierto es que el testimonio ofrecido por uno de los guardias de la mansión de Britney, Richard N. Eubeler, no lo deja precisamente en muy buen lugar.

Este testigo sostiene que Alexander trató de acceder incluso al dormitorio de la intérprete de ‘Toxic’, que afortunadamente estaba cerrado con llave. Hay que recordar también que ya pesa una orden de alejamiento contra este personaje, una medida de la que Britney consiguió extender su vigencia hasta junio de 2025.