Una investigación reciente, próxima a ser presentada en The Liver Meeting, evento de la Asociación Estadounidense para el Estudio de Enfermedades Hepáticas, destaca una notable disparidad en los hábitos de vida y salud entre los consumidores de cerveza y aquellos que optan por otras bebidas alcohólicas, como el vino o el licor.

El estudio, realizado por científicos de la Facultad de Medicina de Tulane, liderado por la Dra. Madeline Novack, analizó las dietas y estilos de vida de más de 1.900 adultos estadounidenses, revelando que quienes consumen únicamente cerveza tienden a tener una calidad de dieta significativamente menor, mayor ingesta calórica, y menores niveles de actividad física que los bebedores de vino, licor, o aquellos que combinan tipos de alcohol.

Aunque ninguna de las categorías de bebedores alcanzó el umbral de 80 puntos, considerado una dieta adecuada, los consumidores de vino lideraron en calidad de dieta, seguidos por aquellos que bebían licor o una combinación de bebidas alcohólicas, quienes alcanzaron una media de 53 puntos.

Según el estudio, los bebedores de cerveza no solo mostraron la menor calidad de dieta, sino también patrones de vida menos saludables en general. Estos individuos, en su mayoría jóvenes de bajos ingresos y predominantemente hombres, reportaron además la ingesta calórica diaria más alta en proporción a su peso corporal y los niveles más bajos de actividad física.

Desarrollo de enfermedades hepáticas

La doctora Novack explicó que estos hábitos de vida pueden ser un factor clave para el desarrollo de enfermedades hepáticas como la cirrosis y la enfermedad hepática esteatótica asociada a disfunción metabólica (MASLD), condiciones que están aumentando en Estados Unidos.

El estudio explora posibles razones detrás de esta marcada diferencia entre los tipos de consumidores. Novack sugiere que el contexto social y cultural en el que se consumen estas bebidas influye en la elección de los alimentos que las acompañan.

En Estados Unidos, el consumo de cerveza suele asociarse a contextos informales y a alimentos ricos en carbohidratos y grasas, como comidas rápidas y procesadas que no aportan suficiente fibra. Por otro lado, el vino, especialmente el tinto, es más común en ambientes donde se favorecen las comidas equilibradas y nutritivas, con carnes magras, vegetales y productos lácteos, lo cual podría explicar en parte la mayor calidad dietética de los bebedores de vino.

Además, Novack indicó que podría darse una relación inversa, en la cual las preferencias alimentarias influyen en el tipo de bebida que los consumidores eligen. Por ejemplo, alimentos fritos o salados, que suelen causar sed, podrían llevar a un consumo exclusivo de cerveza como bebida acompañante.

A diferencia del vino, que se consume con moderación en contextos sociales más formales, la cerveza es preferida en ambientes que no incentivan una alimentación saludable, como eventos deportivos o reuniones informales.

El consumo excesivo de alcohol se mantiene como la principal causa de cirrosis en Estados Unidos, una condición que amenaza la vida y genera una considerable carga sobre el sistema de salud.