Por primera vez en 30 años, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha redefinido lo que significa que un alimento sea “saludable”, marcando un hito significativo en el ámbito de la nutrición y la salud pública.
Este cambio no solo responde a avances científicos, sino también a la necesidad de corregir conceptos erróneos que han persistido desde los años 90, cuando las dietas bajas en grasa dominaban las recomendaciones alimentarias. Ahora, con un enfoque renovado, las nuevas pautas buscan fomentar elecciones alimenticias que reflejen los principios actuales de una nutrición equilibrada.
El cambio de la FDA aborda esta desconexión al eliminar el colesterol dietético y las grasas totales de la lista de límites obligatorios, e incluir por primera vez los azúcares añadidos como un criterio clave. Además, los nuevos parámetros consideran el aporte integral de los grupos alimenticios recomendados en las pautas dietéticas, como frutas, verduras, cereales, proteínas y productos lácteos, en lugar de centrarse exclusivamente en nutrientes aislados. Esto reconoce que los alimentos naturales tienen características intrínsecas que no siempre cumplen con los requisitos de nutrientes específicos, pero que aportan beneficios esenciales para la salud general.
Por ejemplo, ahora se acepta que las frutas no necesitan ser fuentes de proteínas y que los alimentos ricos en proteínas, como carnes y mariscos, no pueden proporcionar fibra. También se han ajustado los límites según la naturaleza de cada grupo alimenticio. Los productos lácteos, como el yogur bajo en grasa, tienen un límite más alto de grasa saturada en comparación con los cereales, respetando su composición natural.
La lista revisada de alimentos que cumplen con la etiqueta de “saludable” incluye opciones como salmón, huevos, aceites de oliva 100%, yogures bajos en grasa, frutas y verduras frescas, mezclas de frutos secos con frutas deshidratadas y agua. Este enfoque prioriza alimentos integrales y mínimamente procesados, promoviendo una dieta rica en nutrientes esenciales y eliminando restricciones anticuadas de la era baja en grasas.
La actualización también refleja una evolución en el entendimiento del colesterol y las grasas saturadas. Durante décadas, se creyó que el colesterol dietético era un factor principal en los niveles de colesterol en sangre, una idea ahora desmentida por investigaciones que identifican el consumo excesivo de calorías y carbohidratos refinados como los verdaderos culpables. Además, aunque el 77% de los estadounidenses excede el límite diario de grasas saturadas, las grasas provenientes de alimentos integrales como lácteos y carnes no son intrínsecamente dañinas. Por lo tanto, estas nuevas pautas promueven un enfoque más equilibrado y realista hacia el consumo de grasas.
El impacto de este cambio se espera que sea significativo, ya que casi el 88% de los adultos estadounidenses tienen un metabolismo no saludable, y el 63% supera los límites recomendados de azúcares añadidos en su dieta diaria. La FDA está desarrollando un símbolo que permitirá a los fabricantes señalar de forma clara que sus productos cumplen con los nuevos criterios, lo que podría influir en el comportamiento de los consumidores al facilitar decisiones informadas.
Si bien el uso de la etiqueta “saludable” sigue siendo voluntario para las empresas, estos cambios representan un paso crucial hacia un enfoque más holístico de la nutrición. Al redefinir qué alimentos pueden considerarse saludables, la FDA no solo moderniza las normas alimentarias, sino que también alienta a la industria y a los consumidores a adoptar prácticas más alineadas con la ciencia actual. Con esta actualización, se sienta una base sólida para un futuro en el que las etiquetas alimenticias realmente reflejen el valor nutricional de los alimentos.