En el último año, la salud de los estadounidenses ha mostrado signos de mejora según varios indicadores clave. Las muertes por sobredosis están disminuyendo, la esperanza de vida está en alza y las tasas de supervivencia al cáncer continúan mejorando. Además, los niveles de obesidad, que habían aumentado de manera constante durante la última década, parecen haberse estabilizado, todo en un periodo marcado por la recuperación de la pandemia y el desarrollo de nuevas terapias.
Uno de los cambios más notables ha sido la reducción en las muertes por sobredosis, que han caído en 2023 y siguen disminuyendo. Aunque las autoridades de salud pública aún no tienen claro qué ha impulsado esta tendencia, algunos factores posibles incluyen la mayor disponibilidad de naloxona, un fármaco que revierte las sobredosis, y el alivio del estrés y el aislamiento que trajo la pandemia de COVID-19. Estos cambios, sumados a una mayor conciencia sobre los peligros de las drogas entre los más jóvenes, especialmente la generación Z, han llevado a una disminución general en el consumo de sustancias.
Otra área de avance ha sido el tratamiento del cáncer. Las probabilidades de sobrevivir a un diagnóstico de cáncer han mejorado significativamente en las últimas décadas. A mediados de la década de 1970, la tasa de supervivencia a cinco años para todos los cánceres combinados era del 49%. Entre 2013 y 2019, esta cifra aumentó al 69%, impulsada en gran parte por el desarrollo de terapias dirigidas para tratar cánceres de la sangre, médula ósea, sistema linfático y melanoma. A pesar de estos avances, persisten preocupaciones sobre los retrasos en el diagnóstico y tratamiento durante la pandemia, así como el impacto de la inestabilidad laboral y la falta de cobertura médica para muchos estadounidenses. También es el aumento en los casos de cáncer en la generación X y los millennials, con mayor incidencia de cánceres de mama, hígado y páncreas, probablemente relacionado con estilos de vida sedentarios, factores ambientales y obesidad.
En cuanto a la esperanza de vida, los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) muestran que en 2022 alcanzó los 77,5 años, superando los 76,4 de 2021, aunque aún por debajo de los niveles prepandémicos de 78,8 en 2019. La mortalidad disminuyó en todos los grupos de edad a partir de los 15 años, pero la mortalidad infantil aumentó, lo que subraya la necesidad de seguir enfocándose en mejorar la atención materna y pediátrica.
La obesidad, uno de los mayores problemas de salud en Estados Unidos, también parece haber alcanzado una meseta. Alrededor de cuatro de cada diez estadounidenses son obesos, pero la tasa de obesidad ha dejado de aumentar por primera vez en diez años. Los nuevos medicamentos para la pérdida de peso, como Wegovy y Ozempic, han ganado popularidad en los últimos meses y podrían ser una herramienta clave para reducir la obesidad y, por ende, disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Sin embargo, estos tratamientos son costosos y, en muchos casos, no están cubiertos por los seguros, lo que limita su acceso para amplios sectores de la población.
A pesar de estas mejoras, el sistema de salud de Estados Unidos sigue enfrentando desafíos considerables. Un informe reciente del Commonwealth Fund situó a Estados Unidos en último lugar en cuanto a resultados de salud entre diez países desarrollados. El informe señala que el sistema de seguros fragmentado, sumado a los altos costos de participación, dificulta el acceso a la atención médica, especialmente para las personas sin cobertura adecuada. Además, destacó que las disparidades en salud son más marcadas entre las poblaciones pobres y las minorías étnicas o raciales, quienes enfrentan mayores dificultades para sobrevivir a crisis de salud.
Para mejorar estos resultados, se necesitarán reformas profundas y multifacéticas. El Commonwealth Fund recomendó ampliar la cobertura de seguros y reducir los trámites burocráticos para facilitar el acceso a los servicios médicos. Si bien Estados Unidos ha visto avances recientes en salud pública, el reto sigue siendo garantizar que estos beneficios lleguen a todos los sectores de la población, sin dejar a nadie atrás en el camino hacia un mejor bienestar. Esta combinación de avances médicos y cambios sociales muestra una trayectoria positiva, pero los desafíos estructurales y las inequidades en el acceso a la atención sanitaria exigen una intervención decidida de los gobiernos y del sector privado.