La lava que fluye desde un volcán en el archipiélago español de las Islas Canarias aceleró el martes su paso en camino hacia el mar, pero los científicos dijeron que era imposible calcular cuándo llegaría a la costa la corriente de roca fundida de color negro y rojo.
Las autoridades dijeron que la lava en la isla La Palma había avanzado hasta unos 800 metros del Atlántico para el martes por la mañana, nueve días después que el volcán entró en erupción. Cuando finalmente llegue al agua, pudiera causar explosiones y emitir gases tóxicos.
Para la tarde, las autoridades dijeron que varios factores impedían predecir la velocidad de la lava, incluso su desvío de un sendero sobre un flujo previo que se había endurecido. El río de lava endurecido había ayudado a avanzar el flujo subsiguiente.
“Conforme va pasando el tiempo, la colada se va enfriando y se va encontrando con pendientes que la frenan”, dijo Miguel Ángel Morcuende, director técnico del departamento de emergencias de las Islas Canarias. “Y si se sale de la autopista sobre la que iba, esto le obliga a frenar aún más, lo que causa su ensanchamiento”.
Una colina pequeña y un área construida también estaban en el paso de la lava, pero el área costera es más llana que la zona de colinas por donde estaba fluyendo la lava.
Las autoridades esperan desde hace días que la lava llegue al océano Atlántico, pero el flujo ha sido errático. Tras una breve pausa el lunes, el coloso, que entró en actividad el 19 de septiembre, reanudó las explosiones con más intensidad en la noche.
Las autoridades dijeron que no esperan que la lava lenta cree una interrupción importante en la costa, pero Eugenio Fraile, investigador del Instituto Español de Oceanografía, dijo a la radio Cadena Ser que sólo los científicos con equipo de protección estarán dentro de un perímetro de seguridad cuando el flujo llegue al océano.
El Instituto Geográfico Nacional detectó seis sismos el martes en el área de la erupción, el más fuerte de ellos de 3,3 de magnitud.
La Palma, que tiene unos 85.000 habitantes, forma parte de la cadena de islas volcánicas, ubicadas al noroeste de África. La isla tiene apenas 35 kilómetros (22 millas) de largo y 20 kms (12 millas) en su punto más ancho.
La lava, que comenzó a fluir el 19 de septiembre, ha destruido 589 construcciones y 21 kms (13 millas) de carreteras en la isla. Actualmente cubre 258 hectáreas (637 acres), en su mayoría campos de cultivo, según la agencia de monitoreo por satélite de la Unión Europea.
Gracias a las tempranas evacuaciones, de unas 6.000 personas, no se reportaron víctimas mortales ni heridos graves.
Sin embargo, la población local ha perdido sus hogares y sus medios de vida. La agricultura es uno de los pilares económicos de la isla, junto con el turismo. La lava y las cenizas han arruinado los cultivos y los sistemas de riego, han puesto en peligro la aviación y representa un riesgo importante para la salud de los lugareños.
El gobierno español anunció después de su reunión semanal de gabinete el martes que proporcionará una subvención inmediata de 10,5 millones de euros (12,3 millones de dólares) para comprar 107 propiedades donde realojará a la población local, además de proporcionarles ayuda económica.
Se enviará más ayuda, incluida para la reconstrucción de infraestructura pública, una vez que termine la emergencia actual, dijo la portavoz del gobierno Isabel Rodríguez.
Por el momento el volcán ha arrojado más de 46 millones de metros cúbicos (1.600 millones de pies cúbicos) de roca fundida, según el Instituto Vulcanológico de Canarias.