Miles de personas se manifestaron domingo en el norte de Chile contra la inmigración irregular y para exigir mayor seguridad, en una región en la que las autoridades reconocen que existen una inmigración “descontrolada” y un incremento en la delincuencia.
La protesta se registró en una semana en que se han conocido datos de criminalidad que sacuden especialmente a la población norteña del país y en la que se difundieron imágenes de un enfrentamiento entre un grupo de extranjeros y la policía a plena luz del día.
Durante la marcha, que congregó a más de 4.000 personas según la policía chilena, se registraron diversos momentos tensos. En uno de ellos, los manifestantes atacaron a un inmigrante que los increpó, mientras que en otro un grupo desmontó y destrozó las carpas de algunos migrantes que se encontraban en una zona cercana a la playa.
Este mismo campamento había sido atacado en manifestaciones pasadas, y en una de ellas se acabaron quemando las pertenencias de migrantes, entre ellos juguetes de niños, en imágenes que dieron la vuelta al mundo y causaron repudio internacional. La presencia de la policía evitó que se repitiera la escena.
Si bien en la marcha participaron personas que distinguían que no toda la inmigración equivale a delincuencia, algunas frases escritas en pancartas usadas por los participantes hacían una relación directa, como: “No más homicidios, no más robos, no más inmigración delincuencial”, “Cierre de fronteras ahora” o “Basta de victimizar a delincuentes”.
“Hay demasiada delincuencia, hay demasiado robo, están matando a la gente, la droga en las calles, ya no nos podemos venir a bañar (a la playa) como corresponde”, manifestó a The Associated Press Jimena Ortiz, quien participó en la protesta ataviada con la camiseta roja de la selección chilena.
“Yo ando con joyas, me han asaltado, me han robado, han matado gente, no respetan a Carabineros, estamos aburridos, aburridos”, exclamó, solicitando justicia al gobierno central y culpando a los venezolanos, que llegan a través de Bolivia, del incremento de la delincuencia en el país.
Christian Guerra, otro manifestante también vestido con la camiseta de la selección chilena, dijo por su parte que “estamos cansados de la inmigración indiscriminada… de que todos los días maten gente, de eso estamos aburridos los iquiqueños”.
En Cavancha “la mejor playa que tiene este país, venden droga, antes jamás había pasado eso”, afirmó, y acusó a algunos colombianos y venezolanos que han llegado al país de estar vinculados al narcotráfico.
El gobernador de Tarapacá, José Miguel Carvajal, señaló en declaraciones a CNN Chile que “no podemos calificar la situación migratoria con la situación delictual, son dos situaciones muy distintas”.
En la región “se genera esta situación incómoda, como de confusión, en términos que se empieza a calificar que toda la migración está asociada a la delincuencia… Y lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, lo ha dicho la fiscalía, carabineros y la PDI: son situaciones distintas”.
El fiscal de Tarapacá, Raúl Arancibia, advirtió esta semana en un informe del “surgimiento de bandas criminales extremadamente violentas, con métodos y delitos que no se habían visto antes en la región, el aumento importante de los homicidios y la inmigración absolutamente descontrolada que existe en la zona”.
Según un informe de la fiscalía regional de Tarapacá presentado esta semana, los homicidios en la región crecieron un 183% en el último año, hasta registrarse uno cada 48 horas. También se incrementó el tráfico de drogas (42%), el de migrantes (501%) y el porte de armas cortantes (124%).
La población de las regiones del norte de Chile lleva meses viendo cómo sus calles se llenan de carpas y de una población migrante que se queda muchas veces hasta alcanzar los medios para llegar a otras partes del país.
En Chile, según cifras oficiales, hay casi 1,5 millones de migrantes. La mayoría de los que llegaron en 2021 son familias venezolanas, seguidos de bolivianos y en menor medida colombianos.
El ministro del interior, Rodrigo Delgado, dijo en septiembre que en lo que iba del año habían entrado a Chile por pasos irregulares del norte unas 25.000 personas, principalmente venezolanas.