Investigaciones científicas demuestran que estar en espacios verdes como parques, bosques, montañas; y espacios azules como océanos, ríos y lagos, mejoran el bienestar físico y mental de las personas.

El informe Green and Blue Spaces and Mental Health publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que la exposición a este tipo de zonas mitigan el impacto psicológico del cambio climático, promueve la actividad física y brinda oportunidades para la interacción social.

“Estamos como regresando a casa cuando entramos en espacios azules o espacios verdes. Fomenta la sensación de ser parte de algo más grande que nosotros mismos”, indicó Patricia Hasbach, psicoterapeuta y ecopsicóloga en Eugene, Oregón.

Un estudio reciente, que tuvo como muestra a más de 16,000 personas en 18 países, encontró que vivir en áreas más verdes o costeras genera un mayor bienestar general. Además, indicó que quienes acuden con más frecuencia a los espacios verdes o azules para recrearse se sentían mejor y sufrían menos malestares psíquicos.

En concordancia a ello, una investigación publicada en Occupational & Environmental Medicine señaló que quienes visitan espacios verdes cinco o más veces por semana consumen menos medicamentos psicotrópicos, antihipertensivos y para el asma.

Una explicación es que estos beneficios provengan de la teoría de la restauración, que propone que la exposición a la naturaleza alivia la fatiga mental y mejora la concentración. El neurocientífico ambiental y profesor asociado de psicología en la Universidad de Chicago, Marc Berman, indicó que la atención involuntaria es capturada por cosas interesantes del entorno y no es fatigable.

Berman indica que la naturaleza logra una “fascinación suave”, una experiencia placentera e inofensiva que no requiere toda la atención. De esa manera la mente puede divagar y pensar en diferentes cosas, “cuando las personas están en la naturaleza, tienden a pensar en temas relacionados con la espiritualidad y el viaje de su vida”.

Otra explicación es la hipótesis de la biofilia, que sugiere que los humanos tienen un deseo innato de conectarse con la naturaleza y otras formas de vida. Esta conexión tiene un efecto casi medicinal en la mente y el cuerpo.

¿Cuál es la prescripción?

Los estudios recomiendan al menos dos horas a la semana, “incluso unos minutos al aire libre pueden mejorar el estado de ánimo y la función cognitiva”, dice Eileen Anderson, antropóloga médica y psicológica en Cleveland. Lo ideal es aprovechar hasta las pequeñas oportunidades, por lo que se recomiendan incluso las zonas verdes de la ciudad.

Durante la hora del almuerzo puede caminar por un parque o jardín cercano para refrescar la mente. Mientras estás allí, sintoniza las vistas, los sonidos, los olores y otras experiencias sensoriales. “Si puedes encontrar entornos que no agoten su atención directa y que estimulen tu atención indirecta, puedes restaurar tu atención y energía mental”, dijo Berman.

Otra forma es traer elementos de la naturaleza al hogar para tener beneficios similares. Para ello puedes incorporar plantas verdes, fotografías o cuadros de la naturaleza. También puedes obtener el mismo efecto trayendo aromas del mundo natural con flores fragantes o aceites esenciales como lavanda, rosa, limón o romero.

En caso de vivir cerca de un área boscosa, un parque o el mar, abra las ventanas para escuchar los sonidos relajantes. En caso contrario, utiliza aplicaciones para oir sonidos de los pájaros, la lluvia y el océano, sugieren los expertos.

“Lo que es especialmente prometedor es cuán dinámico es el impacto del aire libre en nuestros cerebros”, dice Anderson. “Incluso si la naturaleza no ha sido parte de la vida de alguien, nunca es demasiado tarde para agregar experiencias naturales a su vida para mejorar el bienestar”.