En el mercado de productos prolifera una gran gama de aceites comestibles y para cocinar, de toda índole, de los cuales algunos no son de tan buena reputación o no recomendables. Estos incluso son compuestos por grasas trans muy dañinas para el organismo humano.
Las grasas trans son un tipo de grasa insaturada que puede ser de origen industrial o natural. Las grasas trans industriales se crean mediante un proceso de hidrogenación parcial de aceites vegetales, lo que las convierte de líquidas a sólidas, para prolongar su vida útil, y se encuentran comúnmente en alimentos procesados. Mientras que las grasas trans naturales se encuentran en pequeñas cantidades en productos animales como carne y lácteos. Tanto las grasas trans industriales como las naturales pueden aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y otros problemas de salud.
Efectos sobre el organismo
Este tipo de aceite con grasas trans aumenta el colesterol LDL (“malo”) y disminuyen el colesterol HDL (“bueno”), lo que puede llevar a la acumulación de placa en las arterias y aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas.
Se asocia también con un mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y otros problemas de salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar el consumo de grasas trans a menos del 1% de la ingesta calórica diaria. Incluso muchos países han tomado medidas para reducir o eliminar las grasas trans de origen industrial de los alimentos.
Es importante leer las etiquetas de los alimentos para identificar y evitar las grasas trans (especialmente los aceites parcialmente hidrogenados).
Aceites vegetales refinados
Los aceites con alto contenido de grasas saturadas y aquellos que se procesan extensamente, como los aceites de semillas refinados, son considerados menos saludables. Por ejemplo, el aceite de coco y el aceite de palma, altos en grasas saturadas, deben consumirse con moderación. Los aceites de semillas como el de girasol, uva, maíz y soja, aunque a menudo promocionados como saludables, pueden ser problemáticos si se consumen en exceso o se someten a altas temperaturas durante la cocción. Estos no son una buena opción para cocinar ni consumirlos directamente en ensaladas o en solitario.
Los mismos contienen un tipo de grasa llamada poliinsaturada omega 6, muy diferente al omega-3, que es saludable. Los aceites vegetales son puro omega 6, que es muy inflamatorio a altas dosis, rompen las paredes intestinales y generan gran desequilibrio en el organismo. Son productos muy frágiles que se rompen fácilmente con las temperaturas que comúnmente usamos para freír, saltear y hornear. Estos producen compuestos tóxicos.
Estos aceites no fueron hechos inicialmente para consumo humano, tenían usos más bien industriales, por lo cual no son recomendados.
¿Qué aceites consumir?
Por excelencia, el aceite de oliva es el más recomendado para su consumo y hasta para cocinar. Contribuye a reducir los niveles de colesterol LDL (“malo”) y a aumentar el colesterol HDL (“bueno”). Su alto contenido de antioxidantes, incluida la vitamina E, protege las células del daño oxidativo.
También ha ganado muchos puntos en los últimos tiempos el aceite de aguacate, que está compuesto por un 71% de ácidos grasos monoinsaturados. E una excelente opción para la salud del corazón y ayuda a reducir la inflamación y a mejorar los niveles de colesterol. Su alto punto de humo lo hace adecuado para varios métodos de cocción, incluso para freír.
Por último, las grasas animales -tan satanizadas otrora- ahora son consideradas buena fuente de energía y salud. Expertos señalan que pueden ser saludables cuando se consumen con moderación, como parte de la dieta cotidiana.