Con el acercamiento del invierno, millones de personas en todo el mundo sienten cómo la falta de luz solar afecta su bienestar emocional, desencadenando síntomas que van desde una tristeza leve hasta una depresión severa.
Este fenómeno, conocido como trastorno afectivo estacional (TAE), es una forma de depresión que se presenta cíclicamente, especialmente cuando la luz del día disminuye en otoño e invierno. Los síntomas se intensifican con la llegada del horario de invierno, lo que afecta el reloj biológico de quienes son propensos a este trastorno.
Algunos médicos también reconocen una forma menos intensa del TAE, el trastorno afectivo estacional subsindrómico, y en menor medida, se ha observado una variedad veraniega de la depresión estacional, aunque se entiende menos sobre esta última.
Una de las primeras personas en reconocer el TAE fue el Dr. Norman Rosenthal, investigador de los Institutos Nacionales de Salud, quien en 1984 acuñó el término que ha perdurado hasta hoy. Según Rosenthal, el TAE es desencadenado por la reducción de la luz solar, elemento clave en el estado de ánimo humano.
La luz del sol, rica en longitudes de onda azules, activa células especializadas en los ojos que envían señales al cerebro para regular el estado de ánimo y el nivel de alerta. Sin embargo, estudios han revelado que quienes padecen de TAE presentan una sensibilidad reducida a estas longitudes de onda, en particular durante el invierno.
Este descubrimiento, realizado por Kathryn Roecklein, investigadora de la Universidad de Pittsburgh, sugiere que la depresión invernal podría estar relacionada con una sensibilidad reducida a la luz azul.
Para quienes viven con TAE, la lucha para mantener su bienestar emocional comienza mucho antes de que el sol comience a descender más temprano. Miriam Cherry, residente de Nueva York, planifica su estrategia con meses de anticipación, ya que ha visto cómo la falta de luz y la reducción de las horas de sol afectan su ánimo y energía.
Como explica Cherry, “es como un reloj; cuando el día termina temprano, siento que mi estado de ánimo se desploma”. Al igual que otros pacientes de TAE, Cherry ha recurrido a métodos como la terapia de luz, una intervención que ha mostrado beneficios considerables. La terapia de luz implica el uso de lámparas que emiten una luminosidad de al menos 10.000 lux, una intensidad que es hasta 20 veces más potente que la luz artificial convencional.
Las lámparas terapéuticas cuestan entre 70 y 400 dólares, y aunque algunas compañías de seguros cubren los gastos de estos dispositivos, no todos los productos disponibles en el mercado alcanzan la intensidad adecuada para ser eficaces. La Clínica de Yale, junto con el Centro de Terapéutica Ambiental, ha publicado guías de compra para asegurar que los consumidores seleccionen productos de calidad.
Para otros, la terapia cognitivo conductual (TCC) ofrece un apoyo duradero en el manejo de la depresión estacional. La investigadora Kelly Rohan, de la Universidad de Vermont, explica que la TCC ayuda a los pacientes a replantear pensamientos negativos relacionados con el invierno. Rohan enseña a sus pacientes a reemplazar pensamientos como “odio el invierno” por expresiones neutrales, como “prefiero el verano al invierno”.
Estos cambios, aunque pequeños, pueden tener un impacto significativo en el estado de ánimo, ayudando a las personas a tomar decisiones que les permitan disfrutar de la temporada fría, por ejemplo, reuniéndose con amigos o realizando actividades sencillas pero reconfortantes.