Hace poco vi una serie en Netflix llamada Vinagre de Manzana(¡Atención: spoiler!). Es una historia dramatizada basada en hechos reales sobre una mujer con cáncer que, en medio del miedo y la desesperación, recurre a tratamientos alternativos en lugar de atención médicaconvencional.
Me tocó profundamente, porque me recordó un episodio muy difícil en mi vida. Entre 2015 y 2017, mi tía enfrentó una dura batalla contra el cáncer de mama, justo en el periodo en que yo había terminado la escuela de medicina y estaba en mis primeros meses de residencia en medicina familiar.
Como médico en formación, traté de acompañarla en todo lo que pude, pero esta intersección de mi vida personal y profesional me planteó un dilema muy difícil: verla buscar soluciones en lugares donde no las había, mientras intentaba convencerla, con cariño pero con firmeza, de no desviarse del tratamiento médico.
Si mi memoria no me falla, por un rato estuvo siguiendo la llamada “dieta alcalina”. Tiempo después, me preguntó acerca de la infame “terapia Gerson”. Llegó a un punto en que incluso pidió mi opinión acerca de la “terapia de orina”. Así como suena: beber su propia orina como tratamiento. Me dolía escucharla hablar con esperanza sobre cosas que no tienen base científica o, peor aún, intervenciones peligrosas.
Con el tiempo, las conversaciones se fueron volviendo más difíciles, más tensas. Aunque ella nunca me dijo que se sintiera herida por mis respuestas, yo empecé a sentir que todo lo que decía como médico podía sonar frío, poco compasivo.
Esa incomodidad, ese desgaste emocional, me llevaron a tomar cierta distancia. No fue intencional ni por falta de amor, pero me fui alejando. Me duele admitir que cuando ella falleció, a finales de 2017, ya habíamos perdido el contacto.
Esta experiencia dejó una huella profunda en mí. Me hizo ver de cerca cómo el miedo puede empujar a las personas a buscar cualquier cosa que les prometa alivio.
No quiere decir que mejorar nuestra alimentación, mantenernos activos y cuidar nuestra salud emocional no sean pilares fundamentales de cualquier plan de tratamiento integral, pero no sustituyen a otras intervenciones médicas convencionales.
Es por eso que me parece importante promover que nuestra comunidad cuente con la información clara y accesible que necesita para prevenir y detectar el cáncer a tiempo.
La importancia de la detección temprana del cáncer
El cáncer es una enfermedad compleja, pero con un diagnóstico temprano, las posibilidades de tratamiento exitoso y de supervivencia aumentan significativamente.
Muchas personas desconocen que, en sus primeras etapas, el cáncer no siempre causa síntomas.
Pero aquí está la buena noticia: hoy en día, contamos con herramientas para detectar varios tipos de cáncer antes de que se vuelvan graves. Eso puede hacer la diferencia entre navegar con el viento en contra o a favor.
¿Cuáles son los cánceres más comunes y cómo se detectan?
Estas son algunas de las formas más comunes de cáncer —y cómo detectarlas a tiempo:
Cáncer de mama
Se recomienda hacerse una mamografía cada 1 o 2 años a partir de los 40 años. En mujeres con antecedentes familiares, puede ser necesario comenzar antes. En algunos casos, también se considera hacer pruebas genéticas (como BRCA) para evaluar el riesgo personal.
Las mamografías, que son radiografías especializadas del seno, pueden detectar tumores antes de que puedan ser palpables o causen dolor.
Cáncer de colon
Se recomienda comenzar con pruebas de detección desde los 45 años. Si hay antecedentes familiares, a veces se comienza antes. La colonoscopia es la prueba más completa y examina el interior del colon en busca de anomalías, como pólipos que podrían convertirse en cáncer. También existen pruebas en heces que pueden realizarse en casa. Se espera que pronto podamos contar con pruebas de sangre como otra opción.
Cáncer de cuello uterino (cérvix)
Afecta a las mujeres. Se detecta con el Papanicolaou (Pap o citología) y la prueba del virus del papiloma humano (VPH). Estas pruebas deben hacerse regularmente entre los 21 y los 65 años. La vacunación contra el VPH en niños y adolescentes ayuda a prevenir este tipo de cáncer más tarde en la vida.
Cáncer de próstata
En hombres, a partir de los 55 años (o antes si hay antecedentes familiares y factores de riesgo), se puede considerar un análisis de sangre llamado antígeno prostático o PSA. Se recomienda hablar con el médico para decidir si la prueba es adecuada.
Cáncer de pulmón
Afecta principalmente a personas que han fumado. En algunos casos, se recomienda hacer una tomografía anual a partir de los 50 años. Consulta con tu médico si esto aplica para ti.
Si eres una persona transgénero que ha recibido tratamiento de afirmación de género, debes hablar con tu médico, pues estas recomendaciones podrían variar en tu caso.
¿Y si no tengo seguro?
Muchos centros de salud comunitarios ofrecen pruebas gratuitas o de bajo costo. Pregunta en tu clínica local o visita páginas como cancer.gov/español para más información. Nadie debería dejar de hacerse un chequeo por falta de recursos.
Un mensaje final con cariño
Contar esta historia no ha sido fácil, pero siento que es necesario. Vivir la enfermedad de mi tía desde tan cerca me marcó profundamente, no solo como médico, sino como ser humano. Me mostró lo vulnerables que somos cuando el miedo nos invade, y lo difícil que puede ser acompañar sin juzgar, informarsin herir y cuidar sin imponer.
Hoy, después de años atendiendo pacientes de todos los orígenes, sé que muchas personas todavía creen que si “se sienten bien”, no necesitan ir al médico. O que “mejor no saber”. Pero saber a tiempo puede salvarte la vida, o salvar la vida de alguien a quien amas. Ir a una cita de rutina, hacerse una prueba de detección, hacer preguntas: todo eso puede marcar la diferencia.
Nuestra comunidad merece vivir informada, con acceso a opciones reales y con el poder de decidir desde el conocimiento, no desde el miedo.
Hacerse una prueba no significa tener cáncer. Significa que te estás dando la oportunidad de estar presente para tu familia. Significa que estás cuidando de tu futuro, cuidando de ti.
Sobre el autor
El Dr. Julio Hernández Rodríguez obtuvo su título en medicina en la Universidad José Matías Delgado, en El Salvador. Completó su formación en medicina familiar en el South Shore University Hospital, afiliado a la Zucker School of Medicine at Hofstra/Northwell en Nueva York. Actualmente, trabaja como médico de atención primaria en Optum, en el centro de Los Ángeles, enfocado en la población inmigrante, LGBTQ+ y adultos mayores. Es tutor voluntario para los residentes de medicina familiar del California Hospital Medical Center y ha dado conferencias a nivel estatal para la Academia de Médicos de Familia. Es miembro de la National Hispanic Medical Associationdesde 2023.