Las largas filas en los bancos de alimentos de todo Estados Unidos han regresado, debido a que los trabajadores estadounidenses, abrumados por la inflación, requieren de asistencia para alimentar a sus familias.

Con los precios de la gasolina por los cielos junto con los costos de los comestibles, muchas personas buscan alimentos de caridad por primera vez, y más de ellas lo hacen a pie.

La inflación en Estados Unidos está en su punto más alto de los últimos 40 años, y los precios de la gasolina se han disparado desde abril de 2020. El costo promedio a nivel nacional alcanzó brevemente los 5 dólares el galón (1,32 dólares el litro) en junio. El rápido aumento de los alquileres y el fin de la ayuda federal por el COVID-19 también han pasado factura financiera.

Los bancos de alimentos, que habían comenzado a ver un cierto alivio cuando la gente volvió al trabajo después de los confinamientos por la pandemia, están pasando apuros para satisfacer las necesidades a últimas fechas, ya que además los programas federales proporcionan menos alimentos para distribuir, las donaciones de las tiendas de comestibles han disminuido y las donaciones en efectivo no alcanzan para lo mismo.

Tomasina John se encontraba no hace mucho entre los cientos de familias formadas en varios carriles de automóviles frente al Banco de Alimentos St. Mary’s, en Phoenix. Dijo que su familia nunca había visitado un banco de alimentos porque su marido la había mantenido sin problemas a ella y a sus cuatro hijos con su trabajo en la construcción.

“Pero ahora es realmente imposible salir adelante sin algo de ayuda”, comentó John, que viajó con un vecino para compartir los gastos de gasolina mientras aguardaban bajo el sol abrasador del desierto. “Los precios son demasiado altos”.

Jesús Pascual también estaba en la fila.

“Es una verdadera lucha”, dijo Pascual, un conserje que calculó que gasta varios cientos de dólares al mes en alimentos para él, su esposa y sus cinco hijos de entre 11 y 19 años.

La misma escena se repite en todo el país, y los trabajadores de los bancos de alimentos prevén que será un verano difícil.

El aumento de los precios de los alimentos se produce después de que los gobiernos estatales pusieran fin a las declaraciones de desastre por COVID-19 que permitían aumentar temporalmente las prestaciones del SNAP, el programa federal de cupones de alimentos que cubre a unos 40 millones de estadounidenses.

“No parece que vaya a mejorar de la noche a la mañana”, señaló Katie Fitzgerald, presidenta y directora de operaciones de la red nacional de bancos de alimentos Feeding America. “La demanda está haciendo que los desafíos de la oferta sean realmente complejos”.

La distribución de alimentos con fines benéficos se ha mantenido muy por encima de las cantidades entregadas antes de la pandemia de coronavirus, a pesar de que la demanda se redujo un poco a finales del año pasado.

Los responsables de Feeding America afirmaron que los datos oficiales del segundo trimestre no estarán listos sino hasta agosto, pero que los bancos de alimentos de todo el país les han comentado que la demanda se está disparando.