Datos de la firma de investigación de mercado IPSOS en 2019, asegura que el 30 % de los adultos estadounidenses tienen al menos un tatuaje, un aumento del 9 % con respecto a 2012.

En la realización de tatuajes, un artista utiliza una aguja para pinchar la piel de una persona de 50 a 3,000 veces por minuto. La tinta viaja a la capa intermedia de la piel, conocida como epidermis, a través de una solución portadora.

Un artículo  publicado en 2016  que incluyó a 29 personas (en su mayoría mujeres), indicó que los tatuajes prepararon al sistema inmunológico para el estrés dérmico en el futuro. Otro estudio de 2019  siguió a 25 adultos en Samoa Americana, donde los tatuajes son comunes y las enfermedades infecciosas son raras, y encontró resultados similares.

De acuerdo a la Dra. Sharon Nachman, MD, jefa de la división de enfermedades infecciosas pediátricas del Stony Brook Children’s Hospital, han analizado si las personas con tatuajes tenían tasas más bajas de infecciones o de enfermedades comunes y al parecer, la respuesta es positiva.

En ese sentido, el Dr. Christopher Lynn, Ph.D., quien es antropólogo médico de la Universidad de Alabama y autor detrás de los estudios de 2016 y 2019, discutió exactamente cómo los tatuajes podrían afectar el sistema inmunológico.

La Dra. Nachman y el Dr. Lynn señalan que la piel es una parte del sistema inmunitario que a veces se pasa por alto, cuando en realidad es el órgano más grande del cuerpo.

“La piel es la principal defensa y barrera inmunológica número uno. Es donde comienza la respuesta inmunitaria”, explica el Dr. Lynn. “Es la defensa principal. Cualquier cosa que estimule el estrés o las lesiones en cualquier parte de la piel activa o estimula una respuesta inmunitaria global”.

El sistema inmune y los tatuajes

El sistema inmunológico reacciona a la tinta de un tatuaje, pensando que es un invasor. Pero termina ayudando a que el tatuaje se convierta en un elemento permanente de tu cuerpo.

Existen unas células llamadas macrófagas que se apresuran al sitio del tatuaje, que es una herida. La tinta se atasca en las células de los macrófagos y luego en la dermis, donde permanece.

“La lesión dérmica de hacerse el tatuaje y el pigmento que queda en la piel: en ambos casos, nos estamos lesionando a propósito, pero de una manera análoga al ejercicio”, dice el Dr. Lynn. “Estamos desgarrando músculos para construir músculos. Estamos estimulando el sistema inmunológico para que tenga una reacción más robusta”.

Y, extrañamente, el Dr. Lynn compara a los tatuajes con las vacunas. “[Con las vacunas], introducimos un desafío, hacemos que nuestro sistema inmunitario se active y, cuando el sistema inmunitario se apaga, permanece algo alerta”, declara.

De esa manera se crean nuevos anticuerpos en circulación a un ritmo mayor ya que nuestro sistema inmunológico es adaptativo e interactúa con nuestra evaluación del estrés.

“Lo que vemos con los tatuajes nuevos o primeros es que el cortisol, una hormona del estrés, aumenta, mientras que la inmunoglobulina A disminuye”, dice el Dr. Lynn. “Para las personas con relativamente más experiencia en tatuajes [estas reacciones varían]”.