Vamos a revisar, a la luz de la evolución, la aparición y desarrollo de nuevas cepas víricas, centrando nuestra atención en el virus Sars-Cov-2 con el que venimos conviviendo desde hace ya dos años.

Los virus de ARN pueden ser excepcionalmente mutables

La evolución tiene dos motores que la impulsan: la variación genética y la selección natural. La variación genética se produce por errores en la replicación del material genético. Estos errores son sorprendentemente infrecuentes, teniendo en cuenta la cantidad de material genético que se replica en cada generación y la velocidad del proceso. Sin embargo, los enormes números de microorganismos o de virus que se replican constantemente hacen que lo infrecuente ocurra. Así las mutaciones se acumulan en la población.

La replicación del material genético es más precisa en aquellos organismos y estructuras que usan como soporte de la información el ácido desoxirribonucleico (ADN) porque las maquinarias que la llevan a cabo (las ADN-polimerasas) pueden tener mecanismos de corrección de errores.

Sin embargo, cuando el material genético es el ácido ribonucleico (ARN), la maquinaria de replicación es más imprecisa y los errores son más frecuentes. En consecuencia, los virus de ARN son más propensos a la mutación que los virus de ADN o que las bacterias y otros organismos celulares.

Hay virus de ARN excepcionalmente mutables que forman conjuntos de poblaciones diferentes dentro de una misma persona infectada. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el virus de la hepatitis C. Con este se aplica el concepto de “cuasiespecies” para explicar la coexistencia de un gran número de variantes del virus que no se desplazan mutuamente entre sí.

El coronavirus tiene facilidad para adaptarse a distintos ambientes

La selección natural, por otra parte, es el proceso por el que unos organismos tienen mayor éxito reproductivo que otros en un ambiente dado y pueden llegar a desplazar a los competidores haciéndose predominantes o exclusivos.

Como es fácil de entender, aquellas mutaciones que permitan un mayor éxito reproductivo en un ambiente tenderán a hacerse más frecuentes en la población y los organismos que las tienen estarán mejor adaptados a dicho ambiente. En realidad, lo que ocurre es que las variantes con más éxito reproductivo prevalecen y si una variante puede colonizar un entorno nuevo, lo hará y prevalecerá, al menos temporalmente, en él.

Los coronavirus son pequeños virus de ARN con una alta variabilidad. Eso les permite, como grupo, adaptarse a distintos ambientes (infectar diferentes tipos de animales) y generar constantemente nuevas variantes cuya abundancia relativa dependerá de su éxito reproductivo.

De esta forma, desde que el coronavirus Sars-Cov-2 infectó a los primeros humanos en Wuhan, a partir de los cuales se originó la pandemia, han ido surgiendo constantemente nuevas variantes del virus. Su ascenso y descenso en prevalencia ha sido constante, como lo son las olas en el mar.

Estas variantes están catalogadas en estirpes que forman genealogías detalladas, lo que permite hacer un seguimiento epidemiológico riguroso de la pandemia, al igual que se hace de otras como la gripe o el SIDA.

A día de hoy, se estima que ha habido casi 500 millones de casos de coronavirus en el mundo con más de seis millones de fallecimientos. Considerando los millones de partículas víricas que se producen dentro de cada persona infectada y la frecuencia de las mutaciones, la aparición de nuevas variantes del virus es un fenómeno inevitable y que permanecerá constante en el futuro.

La llegada de una nueva serie de variantes

Recientemente se ha empezado a hablar de una nueva serie de variantes de Sars-Cov-2 cuyo nombre empieza por la letra X: XA a XS. Estas variantes son recombinantes de otras cepas ya descritas anteriormente.

Su origen no es como el que he descrito en párrafos anteriores, sino que se han formado en el curso de la coinfección de una misma célula por dos coronavirus de estirpes diferentes. Durante la replicación de los dos virus en una misma célula, pueden combinarse sus materiales genéticos dando lugar a un nuevo virus que reúna características de ambos progenitores. Si este nuevo virus tiene más éxito reproductivo que los otros presentes en la población, predominará y se hará prevalente.