En Estados Unidos hay tres vacunas contra COVID-19 que han sido probadas en miles de personas y cuentan con autorización gubernamental. La ivermectina se usa desde hace décadas contra parásitos en animales y humanos y, según algunas teorías sin bases científicas, ayudaría a prevenir o tratar el COVID. ¿Por qué prefieren tomar un medicamento para caballos en lugar de vacunarse? Un psicólogo explica las posibles razones de algunas personas para tomar esta decisión.

Stuart Ritchie, psicólogo y profesor del King’s College de Londres, lo explica de manera muy simple: la idea es llevar la contraria. “Quienes llevan la contraria pueden entusiasmarse con los efectos aparentemente dramáticos de la ivermectina sin tener que estar de acuerdo con personas a quienes consideran tremendamente equivocadas en torno a las tasas de casos, las tasas de mortalidad, los efectos de los cierres, etcétera”, explica el experto citado por Fortune.

“También sienten el escalofrío de decirle al mundo que saben más: tienen un conocimiento secreto sobre un tratamiento súper importante, y la comunidad médica ciega simplemente no escucha”, añade.

A estas características se suma “una creencia permanente de que la eficacia y seguridad de las vacunas contra COVID es exagerada, así como una desconfianza hacia las compañías farmacéuticas, los funcionarios gubernamentales y las narrativas de los medios sobre la pandemia. La politización de los esfuerzos de salud pública de COVID ciertamente no ayuda”, señala la publicación.

Las vacunas contra COVID

Las vacunas desarrolladas por Pfizer, Moderna y Janssen fueron probadas en ensayos clínicos de fase tres en una población de entre 30,000 y 40,000 personas cada una, en diferentes países del mundo. Fue así como obtuvieron los datos de eficacia para proteger contra la infección por el virus SARS-CoV-2, contra la enfermedad grave y contra la muerte.

Un ensayo de fase tres con miles de personas es un requisito indispensable para que una vacuna sea autorizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por las autoridades de salud estadounidenses. En esta etapa en que los desarrolladores del fármaco pueden encontrar efectos secundarios de la vacunación y confirmar su eficacia para generar anticuerpos contra la enfermedad.

Pero además, estas vacunas fueron probadas en un número menor de personas adicional durante la fase uno y la fase dos de los ensayos clínicos. “Antes de introducir una vacuna en un programa nacional de inmunización es preciso demostrar su seguridad y eficacia en una población amplia. Las exigencias relativas a la seguridad y la eficacia de las vacunas son extremadamente altas, habida cuenta de que las vacunas se administran a personas sanas y sin enfermedad”, explica la OMS.

La ivermectina

“Las tabletas de ivermectina están aprobadas en dosis muy específicas para algunos gusanos parásitos, y existen formulaciones tópicas (en la piel) para los piojos y afecciones de la piel como la rosácea. La ivermectina no es un antiviral” explica la página de la Food and Drug Administration (FDA) de EE.UU.

La FDA no ha aprobado la ivermectina para su uso en el tratamiento o la prevención de COVID-19 en humanos”, a pesar de que se ha difundido la idea de que este medicamento que se utiliza desde hace décadas, puede prevenir o de alguna manera tratar una infección por SARS-CoV-2.

Según Fortune, antes de la pandemia se emitían alrededor de 3,600 recetas de ivermectina semanalmente en EE.UU. A mediados de agosto, ese número aumentó a 88,000 por semana, a pesar de las advertencias que señalan las consecuencias de consumir este medicamento, especialmente en su presentación veterinaria que está calculada para seres que pesan alrededor de 1,000 libras.

La intoxicación por ivermectina en humanos puede causar sarpullido, náuseas, vómitos, diarrea, dolor de estómago, hinchazón del rostro o de las extremidades, mareos, convulsiones, confusión, baja repentina de la presión arterial, sarpullido grave que pueda requerir hospitalización, lesión hepática y disminución en el conteo de glóbulos blancos.