Cinco años después de la muerte del líder Fidel Castro y su expreso pedido de que no se alimentara el culto a su personalidad imponiendo su nombre a calles o lugares, las autoridades cubanas abrieron un centro de investigaciones sobre su pensamiento que además funciona como una suerte de museo con objetos personales, una biblioteca, una imprenta y un anfiteatro.

La sede, en una señorial casa de 1894 de una manzana en La Habana, contiene también plantas de algunos de los proyectos agroecológicos que Castro desarrolló al final de su vida, techos en forma de rombo -por el grado de comandante que ostentaba- y hasta rocas traídas de la Sierra Maestra, desde donde avanzó su guerrilla y se forjó su leyenda.

“Este no es un centro de adoctrinamiento”, dijo a The Associated Press el martes Alberto Alvariño, jefe de patrimonio documental del Palacio de la Revolución, durante un recorrido con un grupo de periodistas por la institución. El objetivo de la iniciativa es investigar sobre su pensamiento, educar y formar valores, agregó el directivo.

El exgobernante falleció el 25 de noviembre de 2016 y dejó como voluntad que no se pusiera su nombre a lugares públicos o que se rindiera culto a su personalidad. Una ley aprobada en los siguientes meses indicó que se respetaría el deseo pero se crearía este complejo para promocionar su pensamiento y obra.

La norma no rige para otros países por lo que un parque en Vietnam, calles en Namibia y Angola, montañas en Rusia e Italia fueron bautizadas como Fidel Castro.

Detrás de las altas paredes de la casona con vitrales exquisitos y escaleras de cedro se instalaron nueve salas de exposición interactivas en las cuales hay objetos como los trajes de gala del líder o sus guayaberas, espejuelos -usaba sencillas gafas de plástico- o bolígrafos. También pueden verse imágenes de su vida y pequeños fragmentos de sus discursos en pantallas con control táctil, una reproducción del yate Granma y hasta hay un jeep verde olivo en el cual solía transportarse.

La biblioteca está decorada con un revestimiento en madera con la ilustración de los lomos de los libros que leyó: desde el Manifiesto Comunista, ensayos de política y sociedad de diversos países -“El hombre mediocre”, del argentino José Ingenieros o sobre Napoleón- hasta “La Ilíada”. La sala de lectura se ambientó al estilo del popular personaje Harry Potter a pedido de los niños, a los que se les consultó sobre cómo querían que fuera.

Uno de los sitios más atractivos del centro es una fuente en el jardín que se confeccionó con 17 metros cúbicos de piedras traídas de los ríos Carpintero y La Plata, adonde Castro instaló su comandancia en el corazón de la Sierra Maestra.

Cuba atravesó una dura crisis económica estos años, sobre todo a partir de la pandemia del nuevo coronavirus y del endurecimiento de las sanciones de Estados Unidos, que provocaron desabastecimiento, colas para conseguir productos y hasta protestas callejeras. Pese a ello los trabajos para la rehabilitación de la casa y la instalación del Centro Fidel Castro no se detuvieron.

“Es muy inferior el cálculo a lo que muchos expresan en relación con este centro”, indicó Alvariño, consultado sobre el presupuesto que insumió la institución. “La inversión es infinitamente inferior a lo que finalmente va a resultar en relación con el funcionamiento del centro, en la educación, en la información, en la formación de valores”.

No ofreció una cifra de los costos, pero Alvariño indicó que se recibieron donaciones de otros países.

El director del centro, el historiador René González Barrios, indicó que la entrada será gratuita para cubanos y extranjeros, pero debe coordinarse.

Nacido en el oriente de Cuba en 1926, Castro se formó como abogado antes de lanzarse a derrocar la dictadura de Fulgencio Batista. Su figura y pensamiento marcó el siglo XX e inspiró a generaciones de latinoamericanos luego de triunfar la revolución en 1959 y enfrentarse a los intereses de Estados Unidos con la aspiración de construir una sociedad socialista.