El cónclave de mandatarios del Hemisferio Occidental ha concluido con discusiones a fondo y propuestas de solución para encarar los principales problemas que aquejan a la región como la migración irregular, una problemática que golpea a Estados Unidos y alcanza dimensiones continentales.
La IX Cumbre de las Américas a la que no asistieron los presidentes de México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Bolivia -aparte de los vetados al evento por parte de Estados Unidos: Cuba, Nicaragua y Venezuela- ha dejado altibajos por las notorias ausencias.
Las críticas a Estados Unidos por las exclusiones de los tres gobiernos mencionados fueron parte del discurso de varios de los mandatarios caribeños que participaron en la sesión vespertina del viernes.
“Lamento que las invitaciones a esta novena cumbre no fueron extendidas a todos los jefes de Estado”, dijo el primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, quien además rechazó el embargo comercial a Cuba que tiene más de seis décadas de vigencia, al calificarlo de “una barrera a la paz y la amistad en este hemisferio”.
A estos dos reclamos también se unieron los líderes de Bahamas, Philip Davis y de Barbados, Mia Mottley.
Analistas consultados manifiestan que estos hechos muestran que el continente se encuentra en un momento “disfuncional, ideologizado y resentido”.
Así lo resume el politólogo mexicano Leonardo Curzio, quien afirma que en esta edición de la Cumbre organizada por la administración de Joe Biden han salido a relucir las fracturas de una región “incapaz de articular esfuerzos hemisféricos”, como los postulados dejados por la cumbre.
Curzio sostiene que la IX Cumbre de las Américas ha dejado al descubierto al menos tres elementos fundamentales que van desde la estatura de los liderazgos de la región, pasando por el “ensimismamiento de nuestros países en sus dinámicas internas”, así como la “disfuncionalidad” del sistema interamericano.