Un comando armado irrumpió el miércoles a bordo de vehículos en una prisión del centro de México y escapó con nueve reclusos en una de las fugas más dramáticas que el país haya visto en los últimos años.

Autoridades del estado de Hidalgo, al norte de la Ciudad de México, indicaron en conferencia de prensa que el ataque tuvo lugar en la madrugada, cuando una serie de reos estaban siendo puestos a disposición de un juez, y conllevó enfrentamientos en los que dos policías resultaron heridos de bala.

Simón Vargas, secretario de gobierno del Estado, indicó que en las inmediaciones de la prisión se localizaron dos vehículos incendiados como parte de una acción de distracción de los atacantes.

“Me despertó un estallido, eran como las 4 de la mañana”, explicó Sergio Mesa, un vecino de Tula que vive a unos 300 metros de la cárcel. “Y acompañado del (estallido) empezó una fuerte balacera, duró casi una hora de balazos, se oía por todos lados”.

Medios locales habían informado de la posibilidad de que se tratara de coches bomba. Las autoridades no quisieron pronunciarse al respecto y sólo indicaron que se están realizando los peritajes pertinentes para saber qué provocó el fuego.

Policía estatal, soldados y tropas de la Guardia Nacional se desplegaron por la zona en busca de los presos fugitivos, que no se descartaba pudieran haber huido a otros estados. Las autoridades no identificaron la banda armada involucrada en la fuga de la prisión e indicaron que los reos eran individuos acusados homicidio y secuestro y no por delitos federales.

Alejandro Habib Nicolás, fiscal del estado, agregó que en el ataque participaron “muchos sujetos activos”, aunque no dijo cuántos, y que se ha abierto una investigación “muy amplia” en la que no se descarta ninguna hipótesis.

Peritos analizaban un camión que tenía soldada una chapa en su parte frontal y que aparentemente había sido utilizado para embestir la entrada de la prisión.

Las autoridades subrayaron que no fue un ataque a la ciudadanía, sino una acción destinada a liberar a determinados presos, por lo que población podía estar tranquila. Sin embargo, en la zona se percibía miedo y los vecinos se sentían “super inseguros ahora con todo esto que pasa”, dijo Sergio Mesa.

En Tula se ubica una gran refinería y el área está plagada de bandas armadas que roban combustible perforando los ductos. No estaba claro si algún integrante de estos grupos delictivos estaba entre los presos fugados.

El uso de coches bomba por parte del crimen organizado en México ha sido extremadamente raro. Uno de esos ataques fue en la localidad fronteriza de Ciudad Juárez en 2010 que mató a tres personas.

Sin embargo, sí es habitual que la delincuencia organizada incendie vehículos como distractor o para bloquear vialidades.

Las fugas espectaculares no son algo nuevo en México. Joaquín “El Chapo” Guzmán, el líder del Cártel de Sinaloa ahora en prisión en Estados Unidos, escapó por segunda vez de una cárcel en 2015 a través de un túnel habilitado con rieles por los que recorrió en una moto el kilómetro y medio que conectaba su celda de máxima seguridad con el exterior.

En 2012, más de 130 reclusos escaparon también a través de un túnel de la prisión de Piedras Negras, ciudad fronteriza con Texas, y dos años antes se fugaron 141 presos de una cárcel de Tamaulipas, en el noreste del país, por una entrada para vehículos del personal penitenciario.