La casa empezó a moverse como en un terremoto mientras afuera caía un fuerte aguacero acompañado de un inusual y ensordecedor estruendo. De repente agua y piedras empezaron a ingresar por las puertas y ventanas del primer piso y sólo atinó a correr hacia la terraza, relató el martes Imelda Pacheco al frente de la que fuera su vivienda.
Tras casi 24 horas de intensas lluvias, un aluvión bajó desde los bosques por las laderas de la montaña Ruco Pichincha hasta asentamientos urbanos ubicados en la parte alta del centro-oeste de Quito arrasando con todo a su paso: personas, vehículos, motocicletas, cualquier cosa que se le interpusiera en las calles de los barrios La Comuna y La Gasca. Las autoridades han confirmado al menos 23 muertos.
“Apenas tuve tiempo de agarrar de la mano a mi hijo de cuatro años y corrí a las escaleras, hacia la terraza. De un momento a otro las paredes de adelante y de un costado desaparecieron. Gritábamos a las vecinas del primer piso, pero el agua se las llevó a la madre y a la hija”, dijo Pacheco a The Associated Press.
”Seguíamos gritando a los vecinos de las casas cercanas, pero el estruendo del lodo y el aguacero no dejaba oír nada”, señaló la mujer frente de la que fuera su casa, la primera en ser impactada por el aluvión que se llevó todas sus posesiones.
Aseguró que la calle se había convertido en un río turbulento, con olas de más de dos metros y donde se escuchaban gritos desesperados. “Pensé que nos íbamos a morir con mi hijo, le abracé fuerte y temblábamos, creo que era el frío y el miedo. Nos salvamos con las justas”, dijo la mujer antes de romper en llanto.
La Secretaría de Seguridad del Municipio capitalino informó que el alud de la tarde del lunes dejó 23 fallecidos, 47 heridos -dos en estado crítico-, 23 desaparecidos y ocho viviendas colapsadas además de daños materiales aún no cuantificados.
Autoridades municipales y empresas privadas adelantan la recolección y entrega de vituallas y ropa para los damnificados de esa zona, donde organizaciones animalistas buscan y rescatan mascotas en medio del lodazal y escombros.
El alcalde de Quito, Santiago Guarderas, explicó que se produjo por la sobresaturación del suelo a causa de las intensas lluvias, lo que desencadenó “un deslizamiento de las laderas al cauce y se produjo el aluvión que sobrepasó el embalse” de la quebrada El Tejado.
Más de 12 horas después del desastre seguían saliendo pequeñas olas de agua lodosa desde esa quebrada mientras los vecinos sacaban piedras, troncos y desperdicios en medio del cansancio y el dolor.
Carlos Bermejo, de 32 años y uno de los rescatistas que buscaba despejar una residencia invadida por al menos un metro de escombros dijo a AP que “hemos venido a colaborar con las personas que han sido afectadas con el desastre de la noche de ayer. Hemos encontrado bastante escombros, bienes inmuebles destruidos… aquí es donde se produjo el primer golpe”.
En una cancha deportiva, desde la que fueron arrastradas muchas personas, había un taxi dado vuelta y otros tres vehículos destrozados y semienterrados en el lodo.
Laura Quiñónez, de 65 años, repetía “lo he perdido todo, no tengo nada, todo se acabó” junto a una ambulancia mientras vecinos sacaban de las viviendas enseres y electrodomésticos manchados o dañados por el barro.
Cerca de 800 efectivos de la policía, el ejército y agentes metropolitanos prestaban ayuda en la zona mientras nuevos flujos de menor magnitud seguían cayendo desde la quebrada donde se originó el alud.
Las tareas de socorro empezaron durante la noche cuando los uniformados pedían silencio para escuchar los gritos de las personas atrapadas en viviendas colapsadas.
Mientras se cumplían las tareas de rescate, nubarrones negros amenazaban con desencadenar nuevas lluvias sobre el norte capitalino.
En la misma zona hace cerca de 50 años se produjo un hecho similar.